Una tarde de invierno estaba sentado con mi abuela al lado de la chimenea y me di cuenta que no sabía mucho de su vida. Comencé a preguntarle cosas y resultó que había vivido de primera mano muchos acontecimientos del siglo XX como la guerra civil en 1936, la post-guerra, la democracia … A mi me interesaba conocer cosas sobre la Guerra Civil y le dije que me hablara de su infancia y juventud.
Mi abuela nació en 1924 en un pequeño pueblo de Cataluña llamado Santa Eulalia eran seis hermanos, cosa muy habitual en esos años. Ella era la segunda y desde muy pequeña tuvo que ayudar en casa, en el campo y cuidando el rebaño de las vacas. Cada tarde tenían que ir al prado a recoger las vacas para encerrarlas en el establo durante la noche, me contó que, en una de esas ocasiones, cuando tenía diez años, una vaca que habían comprado hacía poco tiempo, la envistió en el brazo y la hizo bajar toda una cuesta rodando hasta llegar a la fuente.
Empezó a ir al colegio cuando tenía siete años, ella y su hermano mayor tenían que andar casi una hora hasta llegar al pueblo donde estaba el colegio. Allí vivía una tía suya que les daba la comida y la merienda antes de volver andando a casa. Me contó mi abuela que no eran de muy buen comer y muchas veces de la merienda, un trozo de pan con chocolate, sólo se comían el chocolate y tiraban el pan.
Fue al colegio hasta que en 1936 comenzó la guerra civil. Iba a un colegio de monjas y éstas tuvieron que esconderse de los rojos, por lo visto perseguían tanto a los curas como a las monjas. En estos primeros años, mientras los rojos estuvieron en el poder, se quemaron imágenes de santos y en la iglesia del pueblo se estableció el mercado.
Como Cataluña era del bando republicano, mi abuela recordaba como oían pasar los aviones nacionales, a los que llamaban “pavas” cuando iban a tirar bombas a Barcelona y los soldados les decían que mordieran un palo por si caía una bomba cerca. Mi abuelo, que era unos años mayor que ella, fue reclutado con solo dieciocho años para luchar con el bando republicano contra los nacionales.
Poco a poco el bando nacional fue avanzando hasta que el pueblo de mi abuela pasó al otro bando, ella recuerda que cuando llegó el ejército nacional, en primera línea iban los soldados “moros” y después los demás. Cuando llegaron a su casa, en el campo, los soldados tenían hambre y les tuvieron que dar de comer, también querían que volvieran a ordeñar las vacas para beber leche, pero eso no era posible porque las habían ordeñado la noche anterior.
Mi abuelo tuvo que exiliarse en Francia, en primer lugar los instalaron en un campo de refugiados en Argelés, pero como él era joven y tenía ganas de trabajar pronto pudo dejar el campo para irse a trabajar a una granja. Cuando estaba muy adaptado a la vida en Francia, sus padres consiguieron los avales para que pudiera volver a casa, alegando la invalidez de su padre al que le faltaban unos dedos de la mano. A su regreso tuvo que cumplir el servicio militar con el bando nacional durante dos años. Mi abuelo decía que si lo hubiera sabido se habría quedado en Francia.
En esa época fue cuando se conocieron mis abuelos. Me contaba mi abuela que se escribían cartas mientras el estaba cumpliendo el servicio militar.
Durante la post-guerra tenían una cartilla de racionamiento, con la que podían conseguir algunos alimentos, según el número de personas que vivían en una casa. Dentro de lo malo, ellos tenían suerte, porque como tenían huerto, vacas, gallinas, cerdos y ocas … tenían más cantidad de alimentos que la gente del pueblo o la ciudad.
El tiempo se nos pasó volando, ya era muy tarde y ella quería acostarse, así que dejamos el resto de su historia para otra tarde de invierno.
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