lunes, 30 de abril de 2018

"El caballo andaluz" de Jaime Colmenarejo


El caballo andaluz es una raza de caballos española originaria de Andalucía. Se trata de un caballo ibérico  que está entre las razas equinas más antiguas del mundo. En España también se le conoce comúnmente como caballo español y se le denomina oficialmente Pura Raza Española (PRE) a pesar de que en la mayoría de países recibe el nombre de "caballo andaluz".
Esta raza de caballos comienza a criarse en el siglo XVIFelipe II encargó a Diego López , I marqués de El Carpio, la creación de las “Caballerizas Reales de Córdoba”, donde agrupó los mejores sementales y yeguas de Andalucía , siendo esta yeguada real el origen de la raza del caballo andaluz. En todo el Siglo de Oro se elogió a los caballos andaluces. Lope de Vega en su comedia “Los comendadores de Córdoba” habla no solo de la fama de los caballos andaluces, sino también de sus jinetes.
El caballo andaluz posee una cabeza grande con un perfil recto. Sus ojos son grandes y expresivos. El cuello es amplio, arqueado y no muy largo. Las crines y la cola son muy abundantes y a veces ondulada. Su cuerpo es robusto y fuerte, pero a la vez muy elegante. En la antigüedad solo se aceptaban dos capas (color de pelo) para este caballo, el tordo y el castaño. Actualmente se admiten casi todas las capas.
El caballo andaluz es muy polifacético y tiene capacidad para realizar distintas modalidades, doma clásica, doma vaquera, alta escuela, rejoneo, enganche y paseo entre otras.
El caballo andaluz tiene fama de ser muy noble y muy arrogante, para mucha gente, incluyéndome a mí, es el caballo más bonito del mundo.

"Valor" de Eva Turmo


Déjame decirte que plantar cara, tener los pies pegados al suelo para no ceder posición y simplemente hablar son algunos de los mayores retos que pueden existir.
Se suele hablar de valentía, de asunción de riesgos, de agallas, de osadía, de brío o de valor, pero yo me voy a quedar con la última, valor. La RAE tiene muchas definiciones para valor, pero yo me voy a quedar con dos.
“8. m. Cualidad del ánimo, que mueve a acometer resueltamente grandes empresas y a arrostrar los peligros denotando osadía, y hasta desvergüenza.”
“9. m. Persona que posee o a la que se le atribuyen cualidades positivas para desarrollar una determinada actividad.”
Porque tener valor no se trata sólo de dar un paso adelante sino también de saber que, válgase la redundancia, lo vales. Y lo vales porque tienes personas que te respaldan y te lo recuerdan cuando tu mundo se viene abajo, porque muchas  veces ese recordatorio nos ayuda a ser valientes, a decir : “ Porque lo valgo doy un paso adelante”, “Porque lo valgo digo lo que pienso”, “Porque lo valgo estoy dispuesto a asumir las consecuencias de este acto”, “Porque lo valgo no voy a dejar que me pisoteen, aplasten o pasen por encima”, “Porque lo valgo no voy a aceptar injusticias”, “Porque simplemente me merezco algo mejor”.
Aprender a tener osadía es un reto que dura TODA la vida, porque alguna vez en este camino que llamamos vida, vas a tener que defenderte a ti mismo y a tus ideales. Y llegará el día en el que no dejarás que la frustración se apodera de tí. Y es en esos momentos cuando estas lleno de rabia, furia o tristeza, que das el paso, que decides hacerte respetar, y créeme, cuesta.
Si la vida fuera fácil, pero no lo es. Podemos entender que la vida es una invitación constante para el logro, para la conquista y para la felicidad. Y llegarán los momentos difíciles, las penas, los dolores. Nadie será ajeno a la enfermedad, al desprecio, al desamor, al abandono. Se podrán superar las pruebas, pero nadie podrá afirmar que el proceso es fácil. Y las pruebas las superan los luchadores, esos que se esfuerzan y se comprometen. Y el esfuerzo no es solo un evento de la vida de los humanos, del cual se pueda prescindir sin cambiar la vida misma, ya que la vida fácil, es una vida sin sentido. No te sientes realizado.
Finalmente me gustaría hacerte una pregunta que lleva rondando mi cabeza mucho tiempo: “¿Por qué no tenemos el valor de valorarnos?”

"La caída de la Torre II" de Álvaro Goyos


Zabala se encontraba entre la fina raya de la vida y la muerte, cuando unos cuervos hambrientos empezaron a picotear y a abrir las heridas que tenía en la cabeza. Con un movimiento de brazos para espantar los cuervos se levantó con un fuerte dolor en la pierna derecha que al parecer se le había roto con la caída. Zabala no pudo contener la tristeza al recordar tantas muertes de hace ya unas horas, pero, con el corazón en un puño se dispuso a vengar a todos sus camaradas y amigos que habían dado la vida defendiendo su hogar. Cojeando de una pierna y con el cuerpo ensangrentado empezó a caminar pero se dio cuenta de que estaba muy malherido y se desmayó.
-Oye, despierta que aquí ya estas a salvo- dijo una chica que llevaba ropa de camuflaje y una gran ametralladora a la espalda.
Zabala se levantó y miro a su alrededor y pregunto dónde se encontraba. La chica le dijo que estaba en La Granja que era un lugar en el que se encontraba la resistencia que luchaba contra la Legión Roja de Ghaul. La chica le explico a Zabala el porqué del ataque a La Torre y el motivo por el que estaban capturando al Viajero, el cual era como una especie de Luna que muchos años atrás le dio poderes a los guardianes, haciéndolos poseedores de la luz, un gran poder de unas magnitudes inimaginables. Al parecer Ghaul quería capturar al Orador quien era el guía de los guardianes y el que habla en nombre del Viajero. Zabala siempre recordara las palabras que le dijo cuándo fue a pedirle consejo:
- Tu misión es vital, Guardián. Si tienes éxito, te convertirás en leyenda. Si fracasas, esta ciudad caerá y la última luz de la civilización se apagara.
La chica preguntó a Zabala si quería unirse a su escudaron para enfrentarse a la nave que mantenía preso a El viajero y recuperar la luz y con ello sus poderes. Zabala con un incandescente brillo en los ojos dijo que si y se fue a prepararse para una batalla tan complicada como deseada para vengar a sus amigos.

viernes, 20 de abril de 2018

"Aire caliente" de Alejandro Jiménez. PRIMER PREMIO DEL CONCURSO DE RELATO CORTO "PEÑALVENTO"


Nevada, EEUU, 1922, 11:40 de la mañana. El silencio del desértico paisaje fue perturbado por el ruido metálico de un motor. De nuevo, silencio. La puerta del automóvil se abrió. La potente luz del sol atravesó el cristal, proyectando ambiguos reflejos en la tierra. Un pie pisó la árida carretera, y después de unos segundos de los que parecía un momento de reflexión, se irguió un hombre, cuyo rostro desfigurado por el humo del cigarrillo que fumaba daba el porte de alguien seguro de sí mismo. Una leve brisa acompañada de un periódico le hizo reaccionar, haciendo que se agachara a recoger el papel que se había quedado pegado en el bajo de su pantalón de lana. Escudriñó las emborronadas letras con desdén. De pronto, apretó la mandíbula con cierta ira contenida y el cigarro se precipitó empujado por el viento unos metros más atrás. Fijó su mirada en el desdibujado horizonte, en donde sus ojos se perdieron en busca de alguna razón que le explicara por qué estaba allí. Una gota de sudor le bailó por la frente. Se retiró el fedora y lo tiró al interior del coche junto al periódico, descubriendo su engominado y brillante pelo. Un instintivo movimiento de brazo perfiló su cabeza fijando aún más la raya del peinado. Aprovechando el movimiento, se llevó la mano al costado, desabrochó difícilmente el botón de su americana y con suavidad tanteó el interior, comprobando que su revólver seguía donde lo había colocado horas antes. Sacó la mano y con unos reflejos felinos, la frotó con un pañuelo intentando esconder algo que no quería recordar. Estaba manchada de sangre. ¿Herido o quizás implicado en una causa que hace unos años creía justa? Retiró la mirada de su mano, resoplando y limpiando con fuerza la punta de sus dedos. Frunció el entrecejo, forzando la vista, haciendo como que ya estaba acostumbrado a hacer eso. Introdujo un pie en el automóvil y seguidamente su cuerpo, dejándolo reposar en el asiento del piloto. Cerró la puerta y arrancó el motor, al tiempo que encendía la radio. La voz del locutor resonó en el coche y lo que parecía un partido de los New York Yankees le hizo sonreír sutilmente. Aceleró. Escasos segundos más tarde, abrió ligeramente la ventanilla y una bocanada de aire caldeó el interior del coche. Sacó al exterior la mano izquierda y dejó resbalar el pañuelo manchado de sangre de entre sus dedos, que salió disparado en dirección opuesta y cayó en el centro de la carretera. La voz de la radio se volvía menos comprensible conforme se alejaba hasta que fue completamente silenciada por el ruido del vendaval que estaba por venir.

jueves, 19 de abril de 2018

“La niña que soñaba con tocar las nubes” de Sara Fisac Hernando. TERCER PREMIO DEL CONCURSO DE RELATO CORTO "PEÑALVENTO"



Las nubes cambian constantemente. A veces nos muestran perritos esponjosos, dragones enfurecidos o castillos increíbles. La niña que miraba por la ventana lo sabía muy bien. Se encontraba en una antigua casa de la sierra en medio del campo, porque sus médicos le habían recomendado que respirara aire lo más limpio posible. Tenía los pulmones muy débiles, y a menudo sufría ataques de tos y espasmos incontrolables. No solía hablar mucho, ya que le costaba y se cansaba enseguida. Ella solía mirar las nubes transportadas por el viento para escapar de su triste realidad. No tenía amigos, pero a ella le bastaba con imaginárselos en las nubes. Acostumbraba a pasarse el día frente a la ventana de su habitación imaginando historias y soñando con que en algún momento, ella también pudiese formar parte de ello.
       Un día fue peor que el resto, la niña no había podido levantarse de la cama, y el cielo estaba encapotado, con lo cual todos sus amigos no fueron a visitarla aquella vez. Cuando sus padres salieron de la habitación, haciendo un esfuerzo superior a sus fuerzas, intentó levantarse, casi al mismo tiempo un ataque de tos la sacudió entera. Respirando trabajosamente se acercó a la ventana y su reflejo la devolvió la mirada, una mirada llena de tristeza y pesar. Oía a sus padres discutir, y ella se entristeció aún más, culpándose de ello. Salió de la casa mientras las lágrimas desbordaban sus ojos, y lloró mientras iba a ninguna parte. Encontró un sauce llorón y se tumbó en sus raíces. Lo último que vio antes de que la oscuridad la envolviese como un cálido abrazo, fueron las nubes haciendo remolinos sobre su cabeza.
           Cuando abrió los ojos, sorprendida, se dio cuenta de que estaba rodeada del blanco resplandor de las nubes y frente a ella, todos los amigos con los que había soñado estar. Y la niña jugó, corrió y rió como nunca antes había podido hacerlo. Una sonrisa iluminaba su rostro, ajena a lo que ocurría
en el otro lado. Ajena a unos padres que abrazaban desconsolados el cuerpo inerte de su hija bajo un sauce. Ajena a las lágrimas que se mezclaban con la lluvia y a los sollozos ahogados por los truenos.
                                     

"Extraños" de Lucía Espinosa


Todo había cambiado mucho desde que esos seres llegaron, pensó mientras preparaba el desayuno, nadie sabía exactamente como ni cuando llegaron a la Tierra, lo único que Ibis sabía es que eran peligrosos y que se habían llevado a sus padres nadie sabe cuando. Una de las muchas cosas malas que tenían los oscuros (como Ibis había decidido llamarles) era que cuando mataban a alguien, nadie se acordaba de ellos, solo que existieron. Ibis no podía recordar el aspecto de sus padres, (aunque ella siempre había querido pensar que se parecía a su madre con su pelo caoba y sus ojos marrones verdoso, nada parecidos al pelo negro y los ojos azules de sus hermanos Philomena e Intuintus que eran gemelos), ni su carácter, ni siquiera como se llamaban, solo recordaba que en algún momento los había tenido. El sonido de unos pequeños pasos detrás suyo la devolvió a la realidad. Intu y Philo estaban despiertos y la miraban con cara de sueño.
- Buenos días Ibis-dijo la melódica voz de su hermano Intu- ¿Ya está el desayuno?
-Sí, ¿teneis hambre?
-Mucha- dijo Philo con su vocecita aguda.
-Pues a comer.
Los niños se sentaron en la mesa e Ibis les sirvió una manzana a cada uno. Mietras todos comían sus respectivas manzanas un grito rompió el silencio. Ibis salió corriendo hacia la puerta. - Niños, meteos en vuestra habitación, no hagais ruido- dijo Ibis en un susurro. El asentimiento de los niños la dió a entender que la estaban escuchando y corrieron hacia su habitación. Ibis cogió su ballesta y abrió la puerta. A unos pasos de la puerta de la cabaña había un niño, más o menos la misma edad que ella, 16 años, arrastrandose por el suelo. -¡Ayuda! Por favor- Ibis levantó su ballesta hacia el chico.-Dime que estas haciendo aquí y a lo mejor tendré piedad con tigo- dijo Ibis con una mirada amenazante.
-Por favor no dispares, se han llevado a mi hermano, y casi me llevan a mi con él, dejame pasar, si me encuentran así me matarán como hicieron con él, solo te pido quedarme unos días para recuperarme y luego me iré, no se a donde pero me iré- el niño levantó la cabeza e Ibis pudo ver sus dos ojos verdes mirandola con piedad. Detrás del niño aparecieron dos oscuros, eran negros completamente y flotaban como fantasmas, no tenían ojos, ni boca lo que hizo que Ibis se preguntasé por donde comían a sus presas. Cogió su ballesta y empezó a disparar a todas partes pero no hacía efecto, Ibis corrió hacia el niño, lo cogió por los brazos y lo metió dentro de la cabaña, arrastrándolo y cuando llegó cerró la puerta. Sabía que los oscuros no podrían entrar por un hechizo que un hechicero hizo a la cabaña.- Vale, dime ahora quien eres y por qué te estaban persiguiendo- dijo Ibis con el corazón a cien.
-Mi hermano y yo ibamos a la casa de un hechicero que vive en este bosque, se como hacer que el mundo vuelva a ser como antes.

"Una mesa...y una carta" de Giorgio Venturini


Una mesa.
Y una carta.
En medio del salón había una mesa de cristal, encima de ella, una carta blanca con unos cordones grises formando un lazo.
Señora Smith.
Downtown Road, 33.
Su nombre y dirección aparecían impresas. En su mano izquierda brillaba un abrecartas plateado. Giró la carta y observó quien la mandaba. Sin remitente. Su mano empezó a temblar. El sudor perlado bajaba por su frente. La habitación comenzó a estrecharse en su mente, agobiándola, le faltaba el aire. La carta seguía intacta encima de la mesa. Una parte de ella pensaba que lo mejor era abrirla y saber lo que ponía en su interior pero ella no se atrevió a hacerlo. No estaba preparada. Las lágrimas brotaban de sus ojos sin cesar haciéndole cosquillas al recorrer sus mejillas, se tumbó sobre el frío suelo de mármol. Oía un pitido constante en sus oídos, que se vio interrumpido al escuchar cómo intentaban abrir la puerta al grito de: "policía". Ella se preguntó cómo había podido atropellar a esa persona, ni siquiera la vio. Esperó su final con resignación. Miró al techo y dejó que los policías se la llevaran. En ese momento en la casa sólo quedaba...
Una mesa. 
Y una carta.

"Nosotras" de Lucía Soler

Nosotras no necesitamos a nadie que nos guíe; no necesitamos a nadie que nos mande; no necesitamos a nadie para lograr lo que queremos. Nosotras ya sabemos hacer todo eso bastante bien, y sin ayuda.
Las únicas que decidimos qué hacemos y cómo lo hacemos somos nosotras mismas. Nadie más.
Sabemos que estamos infravaloradas por la insulsa sociedad que sólo quiere hacernos ver que somos más débiles. Lo sabemos. Sabemos que quieren callarnos, pero no vamos a hacer otra cosa que gritar más alto. Pero también sabemos que somos fuertes. MUY fuertes. Y esta lucha no va a acabar pronto, porque el que se da por vencido acaba perdiendo, y nosotras no somos unas perdedoras, somos unas LUCHADORAS.

lunes, 16 de abril de 2018

"Smite" de Javier Sanz



Smite es un juego de acción online creado por Hi-Rez studios.
Hay varios modos de juego pero el principal es conquista. La partida la integran dos equipos, y cada uno está compuesto por cinco jugadores. El objetivo es destruir el titán del equipo contrario, pero para ello es necesario destruir alguna de sus cinco torres y alguno o todos sus fénix. En el campo de batalla hay tres carriles o líneas principales, también  hay una jungla, en donde se pueden conseguir ventajas temporales, tales como una mejora de velocidad de movimiento, aumento de poder físico, aumento de experiencia...
Cada dios (personaje) juega un rol asignado principalmente por el tipo de dios elegido (mago, cazador, guardián, asesino o guerrero). Los centinelas, los ítems y los consumibles son de gran ayuda pasada la mitad de la partida, ya que te aseguran un incremento de tus estadísticas además de salvarte de apuros y revelar información enemiga.
Es un juego muy estratégico y complejo, por lo que se necesita un alto nivel de experiencia a medida que se progresa y si se quiere participar en ligas, porque se requiere un nivel superior a treinta. Existe la opción de unirse a un clan y crear grupos con los que jugar partidas, aprender de sus tácticas y obtener recompesas por ello.
Los eventos, actualizaciones, introducciones de nuevos dioses y muchas otras cosas hacen que la actividad en smite sea alta y entretenida.
Recomiendo su instalación a todos aquellos que les guste la estrategia y ación. Por el hecho de que es un juego casi único y para jugar con prosperidad es necesario, como ya he dicho, estrategia y rapidez.


viernes, 13 de abril de 2018

"Silencio" de Víctor Fisac. SEGUNDO PREMIO DEL CONCURSO DE RELATO CORTO "PEÑALVENTO"



“Silencio. Silencio en aquella inmensa explanada. Ese silencio que hace que te estallen los oídos. Ese silencio que permite escuchar tus propios pensamientos. Un silencio sepulcral. El silencio que precede a la muerte. No se oía ni un solo alma, todo el mundo contenía la respiración mientras esperábamos el siguiente impacto. La bala de mortero cayó como la primera gota que anuncia un diluvio. El silencio se despedazó y los gritos se adueñaron de la explanada.” Salí de mis recuerdos y miré la soga que tenía entre mis manos. “Me sorprendí admirando el fusil que me habían entregado aquella mañana. Apoyé mi mano en la culata, tallado en madera antigua se podía leer Berthier 1911. Deslicé mi dedo por el arma hasta llegar al cañón, largo y fino, acaricié la hoja de la bayoneta, que relucía a pesar del polvo del ambiente, y levanté la mirada.” Apreté el nudo y dejé la cuerda en la mesa. Me levanté y puse a hervir algo de agua. “Nunca había visto nada igual. Una inmensa nube verde-grisácea se abalanzaba sobre nosotros. Tomé una bocanada de aire y sentí fuego bajando por mi garganta. Empecé a toser y la vista se me nubló.” Sacudí la cabeza y eché unas hojas de té negro y cáscara de naranja al agua. Así era como ella me había enseñado a prepararlo, enseguida cogió aquel color cobrizo que tanto lo caracterizaba. Volví a sacudir la cabeza, pensar en ella era aún más difícil, pues ya no estaba. ¿Qué me quedaba? “Abrí los ojos en la enfermería. Sentía adormecido el brazo. Torcí la cabeza y me desmayé al ver la mitad derecha de mi cuerpo. Al despertarme de nuevo descubrí la atenta mirada del médico. Me dijo que era el único que había salido con vida y que la suerte me había sonreído.” Aún hoy, creo que eso no fue una sonrisa. Todavía arrastro esos recuerdos y el del accid..., el del accidente de mi esposa... Ya no puedo aguantar más... Me subo a la mesa, me rodeo el cuello con la soga., me dejo caer, y, qué curioso, la que me sonríe es la muerte.

miércoles, 11 de abril de 2018

"¿Qué quiero ser de mayor?" de Paula Arévalo


Todo empezó un día de verano que, estando yo muy aburrida en la piscina de casa,   pensé en cómo podría divertirme. Como no sabía qué hacer, decidí subirme a casa y empecé  a jugar en mi habitación con mis muñecos.
Los coloqué en fila uno detrás de otro, como si cada uno estuviese sentado en su pupitre. Les repartí unas hojas y unos mini- lápices y empecé a explicarles las sumas en mi pizarra borrable.
Realmente esto era lo que más me divertía. Me pasé así jugando a esto el resto de la tarde.
Durante el verano repetía este juego casi todos los días. Incluso me llamaban para bajar a la piscina y alguna vez, prefería quedarme en casa jugando.
Disfrutaba mucho. Yo misma me encargaba de hacer a cada alumno sus exámenes según las lecciones que dábamos, luego los hacía y me encargaba yo personalmente de corregirlos y ponerles la nota según lo habían hecho.
Durante el curso pasado, me fijaba detalladamente en todo lo que hacían los profesores, cómo, corregían, cuáles eran los castigos, su forma de ser, etcétera e intentaba imitarlos.
También me encargaba de hacerles los cuadernos de cada asignatura que tenían como de Lengua, Matemáticas…
Les hacía juegos y concursos para que las clases fueran más amenas, no cansaran tanto, y fueran tan aburridas y que los alumnos, al final no atendieran y estuvieran en su mundo.
Las agendas también las hacía yo a mano, y estaban personalizadas. Ponían los días de todo el curso y dejaba un espacio para los deberes, había un espacio al principio de la agenda, especialmente, para las comunicaciones de familias para el profesor y para las familias.
Algunas veces, cuando hacíamos concursos en grupo, les ponía pegatinas en las agendas.
Como mi cumpleaños era en verano, les pedí a mis padres que si me podían regalar un cuaderno de profesor para apuntar las calificaciones de cada alumno, las reuniones, tutorías con los padres y las fichas de cada alumno.
Yo me encargaba de hacer el horario de mi tutoría y de las demás clases y por supuesto, el mío.
Los alumnos de mi tutoría se llaman Álex, que tiene seis años, Marta, que tiene seis para siete, Alicia, tiene seis años, Pablo, que tiene siete recién cumplidos, Paula, con seis años y Miguel, con siete años.
Después daba clases a alumnos de esa misma edad y luego también de cuatro años y cinco años, bajaba abajo del edificio a las clases de Infantil a darles clases.
Por eso, mi ilusión sería ser profesora tanto de Educación Infantil como de Educación Primaria. Quiero hacer el Doble Grado en Educación Infantil y Educación Primaria en la Facultad de Formación de Profesorado y Educación de la Universidad Autónoma de Madrid. Tiene muy buena reputación, desde mi punto de vista, y me pillaría muy cerca de mi casa.
Por eso, decidí en firme  que de mayor quería ser profesora.


"Echar de menos"


Todos en algún momento hemos añorado a alguien, hemos querido verlo y hemos echado en falta su presencia, eso quiere decir, que hemos echado de menos a alguien.
Echar de menos es fácil, ocurre cada día, cuando menos te lo esperas. Pero no todas las formas de echar de menos son iguales, unas se expresan con dolor, otras con odio y otras ni se expresan.
Puede ocurrir cuando pierdes a alguien para siempre, tienes una sensación de vacío, de saber que nuca volverá.
Puede ocurrir cuando alguien que siempre ha estado a tu lado, apoyándote en todo momento desaparece. O simplemente cuando te distancias de alguien cercano a ti.
Pero todo lleva a una conclusión, echar de menos duele, es un sentimiento de vacío, que algún día se puede llenar, o tal vez que no se llene nunca.                                                                                                 Pero lo que hay que tener claro es que echar de menos es bueno. Y os preguntaréis porque, pues simplemente porque gracias a ese sentimiento, gracias al `echar de menos´ tenemos recuerdos fantásticos. Gracias a esa sensación podemos revivir los momentos una y otra vez, y volver a ser felices aunque sea por un instante.

"Vida" de Lidia Santos



El momento había llegado.
En una fría noche de abril decidí terminar con mi vida.
Muchos iban a juzgarme por lo que iba a hacer, pero estoy segura de que no podrían entender por lo que había pasado. La vida no tenía sentido para mí; no tenía motivo o razón para seguir viviendo. Si, me llamarán cobarde, estaba eligiendo el camino más fácil.
No podía seguir a adelante, había tomado mi decisión el primer día que desperté sabiendo que mi familia había sido asesinada. Sin embargo, había intentado durante tres semanas encontrar una razón para seguir viviendo, pero nada había funcionado.
Lo intente todo. Terapias, medicación, todo pero no podía seguir a adelante, al menos no cuando sabía que mi familia había sido asesinada a sangre fría, incluso cuando no podía recordar esa horrible noche. Cada vez que cerraba los ojos todo lo que pasaba por mi mente era sangre. Cada vez que veía a una pareja me recordaba a mis padres. Cada vez que escuchaba una risa recordaba a mi hermana pequeña. Ah… y las pesadillas…eran horribles. No me culpen por elegir el camino fácil.
Siempre había sido una persona débil y estaba en contra del suicido, pero era mi única opción.
Subí a la barandilla temblorosa mente y miré abajo. La sensación de vacío frente a mi me hizo morderme el labio nerviosamente.
Es tan alto.
Por un momento sentí miedo pero fue reemplazado por el alivio de que todo ya fuera a acabar.
El mundo se había vuelto asfixiante para mi, tan sin sentido. Mis ojos llenos de lagrimas miraron al cielo. Me gusta pensar que mi familia esta ahí arriba, esperando por mi, ese es mi único consuelo.
-Lo siento mamá y papá- Mi voz estaba entrecortada, - Lo intente, de verdad que lo intente.- dije al aire mientras mis lagrimas comenzaban a bajar por mis mejillas. Solo tenia que dejarme caer y todo habría acabado.
Cuando me sentí preparada cerré los ojos.
-Salta- Deje de respirar cuando sentí una voz a mi lado.- ¿A que esperas?- Era una voz masculina, abrí los ojos y gire la cabeza para mirar abajo.
Había un chico encapuchado apoyado en la barandilla. No podía verle la cara, pero me apuesto el cuello a que era muy guapo.
-Nadie va a detenerte si es lo estas esperando- Su voz era fría y calculadora.
¿Quién eres tú? Recuerdo que pensé cuando le vi. ¿Quién lo diría? Pienso ahora. Ese chico me salvó la vida en su momento. Si es cierto que lo hizo a su manera. Pero me salvó la vida.
Y ahora me toca a mí salvar la suya.
Cogí el bisturí y me dispuse a comenzar la operación.

    





lunes, 9 de abril de 2018

"La cueva inexplorada" de José Antonio Ortega


Era una tarde calurosa del 76 cuando los cuatro aventureros de nombre Martín, Pedro, Yago y Juan se encontraban de turismo en África. Como grandes exploradores que eran, decidieron realizar la mayor expedición de sus vidas, visitar la tenebrosa cueva “ Yanami” situada al norte de este continente. Antes de realizar esta expidición fueron recaudando información sobre aquella cueva. Al parecer, todos los relatos que contaban las tribus cercanas a la cueva coincidian en que esta fue habitada por antecesores que la poblaron alrededor de un millón de años antes. Esto quería decir que probablemente encontrarían pinturas ruprestes en las húmedas paredes de la cueva.
Unos días después ya ansiosos, los 4 amigos se dispusieron a entrar a la cueva. Pero antes había que realizar un largo camino hasta llegar a ella, ya que se encontraba alejada de su posición. Ya cargados con el equipaje adecuado se pusieron en marcha. Dos horas después con ayuda de un guía llegaron hasta esa misteriosa cueva. Recogieron los utensilios de exploración y sin pensarlo dos veces entraron a ella. El principio de la cuevatenía un ambientte húmedo por lo que el suelo era bastante resbaladizo y por ello tuvieron que ir con precaución. Ya pasado el peligro se encontraba a 20 metros bajo el suelo. El frío cada vez era mayor y la sensación de claustrofobia era muy notable. Derrepente, Yago , uno de ellos gritó a sus compañeros que se encontraban más retrasados. Este había encontrado una magnífica pintura de un ñu. Era muy fácil reconocerlo ya que la figura se mantenía en notables ccondiciones gracias a la temperatura y el ambienta de aquel sitio. Cuando menos se lo esparaban se toparon con el final de la cueva. Era un gran pasillo repleto de estagtitas y estalagmitas que goteaban unas en otras. Al final había una gran pintura. Estaba representada toda la tribu que vivía allí. Pero para desastre de ellos tenían que volver ya que empezaron a haber temblores. A pesar de estar disfrutando tuvieron que salir corriendo por si había riesgo de derrumbe.
Así fue, la cueva nada más salir se derrumbó por lo que el acceso quedó inhabilitado para siempre. Finalmente los chicos que aunque tuvieron que salir, volvieron a España con una gran anécdota ya que fueron los último exploradores en ver aquella misteriosa y maravillosa cueva.

"El libro sin retorno" de Carlos López

Aquel iba a ser un fin de semana para descansar de folios, libros y apuntes que los habían tenido atrapados esos últimos días de evaluación. Por fin escaparían de  una rutina intensa y aplastante. Kaneki, Alan y Dan instalaron la tienda de campaña y decidieron conocer los alrededores de aquel paisaje lleno de vegetación y espesura. Alan, que había sido scout, reconocía alguna que otra señal del paso de excursionistas por allí, por ello decidieron seguir los pequeños montículos de cantos que les indicaban una ruta. Aquello parecía prometedor, quizá el camino hacia una aventura. El canto insistente de un pájaro los hizo salirse de su trayecto y los atrajo hacia un árbol especialmente frondoso; era un lugar idóneo para descansar y beber agua. Al tumbarse en la hierba, Dan se fijó en las ramas que apuntaban al cielo soleado y se sorprendió al ver algo colgado de una rama. Era una mochila desgastada por la luz y el tiempo, que parecía esperarlos allí desde hacía mucho tiempo.
               Alan, ayudado por sus amigos, logró descolgarla y se abalanzaron sobre ella presos de curiosidad. Dentro hallaron objetos de un montañero y, entre ellos, destacaba un viejo libro con cubierta y papel antiguos, cuyo título era La montaña maldita. Como el día ya declinaba, iniciaron la vuelta al campamento con la idea única de leer el libro al calor de la hoguera.
               Tras la cena, Kaneki, que era gran amante de la literatura, decidió leerles la historia en alto. Se desarrollaba en un paraje oscuro, envuelto en misterio y sombras como aquellas que los rodeaban esa noche. Conforme avanzaban las líneas del libro se sentían más y más cautivados por la trama en la que los tres protagonistas del relato vivían una noche interminable perseguidos por una bestia en medio de las sombras entre rocas y árboles. Los sonidos nocturnos que el libro describía eran semejantes a los que sonaban en las inmediaciones de la hoguera, por ello les invadió el miedo, pero no podían parar de leer. Cuanto más se adentraban en la historia, más se parecían los ruidos, las sombras y las sensaciones a las que percibían alrededor. Los protagonistas del libro, huían de unos gruñidos que les pisaban los talones y aunque apuntaban con sus linternas en todas direcciones, no lograban ver ninguna presencia. Siempre habían oído hablar de “la criatura” de la montaña y se habían reído, pero esa noche iba a cambiar sus vidas para siempre. Kaneki, Alan y Dan se sentían sobrecogidos por el misterio de la historia, atrapados en el mismo miedo que los protagonistas y presos del pánico, oyeron pasos más allá de las sombras que proyectaba la hoguera. Eran pesados y lentos, acompañados de una respiración casi ahogada y agobiante. Dan, cogió un palo y lo encendió, decidido a alumbrar la zona de donde provenían; sus amigos lo siguieron con linternas sin soltar el libro porque ya no se podían separar de él.
Continuara…




"Entretenimiento terrorífico" de Marcos Núñez



Aún me acuerdo de aquella vez en la que estaba mirando por mi ventana aburrido porque mi padre no me dejaba salir, ya que, estaba castigado por lo típico de no bajar  la ropa sucia. Lo único que me apetecía en ese momento era salir con mis amigos, ni jugar a la consola, ni ver la televisión, ni nada que me hiciese pasar el rato. De repente me entraron ganas de escribir, y como un loco, así que cogí aquel ordenador portátil del año de la polca que tenía guardo debajo de la cama y empecé con un Word y una letrita tamaño once, la cual me costaba ver y me obligaba a posicionar el cuello hacia delante. No se me ocurrió otra cosa que escribir un relato de terror, pero hasta de escribir cosas tan siniestras empecé a oír ruidos muy raros al lado de la puerta de la habitación. En ese momento me entró un escalofrío por el cuerpo y deje de escuchar el sonido de las teclas del ordenador ya que se me habían bloqueado las manos, en cuanto recuperé la movilidad de ellas, mis manos pálidas y frías, de inmediato cerré el Word y me puse a mirar cosas por Internet pero me aburría, y, sinceramente había cogido el gusto de escribir, así que intenté olvidar lo ocurrido y volví otra vez a escribir cosas siniestras, pero, en cuanto toqué una tecla, un ruido sonó detrás mía, y ni me quise dar la vuelta.

"Monotonía" de Lucía Soler


Abrí el ojo. Las 11 y 14 exactamente, como todos los días. Unos deslumbrantes rayos de luz penetraron en mis ojos mientras organizaba en mi cabeza cómo iba a ser mi día. Poco a poco me fui incorporando hasta que tuve la voluntad de, finalmente, levantarme. Me daba pereza. Siempre me cuesta levantarme, pero una vez que estoy en pie no paro. Fui andando lentamente hacia la cocina, adormilada y con la cabeza aún en otro mundo, y me preparé el café; el de todas las mañanas. Me senté a desayunar. Tenía 13 minutos, no más. Después, iría a vestirme. Para ello tenía exactamente 21 minutos. Y si esto no se cumplía me agobiaba. Mucha gente me considera una persona rara. ¿Pero realmente qué es ser rara? En realidad no es más que una opinión, es algo subjetivo. Es cierto que tengo costumbres que para algunos podrán resultar extrañas. Y una de ellas es esta. No puedo vivir sin organizarme. Soy una persona cuadriculada y si me sacan de mi horario me agobio, pero muchas veces la monotonía se hace pesada, y el camino se hace cuesta arriba. No me gusta nada perder el tiempo, en absoluto. No me gusta no tener el control sobre el tiempo. Muchas veces siento que tengo que tener toda mi vida planeada y organizada, y si no es así me agobio.  Pero sé que la vida solo la vivimos una vez, solo tenemos una oportunidad. Desde la experiencia, a veces creo que es mejor no organizar las cosas y que surga lo que tenga que surgir; no podemos dominar todo. Es algo que por mucho que queramos no lo podemos evitar. Pero no nos debemos olvidar que hay que disfrutar, y no todo se basa en horarios, planes y rutinas. Muchas veces hay que dejarse llevar y, principalmente, disfrutar. Es algo que debo aprender e interiorizar. Y quiero empezar a hacerlo desde hoy, porque si sé algo es que la vida es un camino de constante aprendizaje. Me recogí el pelo, me abroché el abrigo, cogí mis auriculares y mi bolso negro y me dirigí hacia la puerta. Pero antes de salir me detuve a pensar. Estaba lista para empezar un nuevo día, diferente a todos los demás.

"Áznol" (2) de Manuel Rodríguez




Entre aquellos guerreros se encontraba el joven Cedium, que no era precisamente un buen luchador, pero se había visto obligado a acudir a la guerra. En su familia todos se dedicaban a los zapatos, excepto él y sus dos hermanos mayores, Zaz y Meldo, que también habían ido a la guerra, aunque sólo Zaz quería luchar.
En ese momento, estaban los tres metidos en una pequeña cueva junto a muchos soldados más. Allí no hacía demasiado frío, pero se notaba un ambiente húmedo y el sonido del viento rebotaba en las paredes.
-Señor, todavía no han vuelto los espías, salieron ayer por la tarde.-                                                                            
-No podemos retrasarnos más, tenemos que arriesgarnos.- Dijo, en tono cortante, el capitán. -¡Prepara a los soldados, partimos en menos de una hora!-
Todos los que habían escuchado la conversación se pusieron al momento de pie y comenzaron a recoger sus bolsas. Cedium cogió su arco, heredado de su padre, y se colocó en una fila, detrás del inmenso escudo de Meldo.
Cuando todos estuvieron listos, empezaron a caminar por el estrecho camino de la montaña, muy pegados a la pared. Esa noche, Cedium había visto a cuatro hombres huir del campamento, y no le extrañaba que se hubieran ido unos pocos más. Cada vez le costaba más mover sus empapadas piernas, no soportaba las rozaduras de sus botas y la fila avanzaba cada vez más despacio. Entonces, se le ocurrió un idea que le iluminó el rostro de felicidad: esa noche abandonaría su puesto y se iría de allí con sus hermanos. Se lo susurró a Meldo al oído y él, que ya lo había pensado antes, asintió con la cabeza. En cambio, Zaz, que se sentía el más fuerte y el más valiente de los tres, se negó a traicionar a sus compañeros:
-Cuando lleguéis a casa, nuestro padre os castigará y os obligará a volver-
-¡Venga ya! ¿Eso es lo que te asusta? Nuestro padre no se acuerda ni de lo que ha desayunado, ¡seguro que cuando lleguemos ni siquiera nos reconoce!- Contestó Meldo, ofendido.
-No os reconocerá a vosotros, de mí seguro que se acuerda, nunca olvidará cómo le salvé la vida de aquel enorme pájaro endiablado que…
-¡Vale! Si tú prefieres quedarte, te quedas, nosotros nos largamos esta noche- Repuso Meldo, más enfadado aún.
-¿Y cómo pensáis marcharos? El campamento estará vigilado.-
-Eso no nos supondrá ningún problema, en absoluto.-


"La vida es un lápiz" de Eva Turmo. SEGUNDO PREMIO DEL CONCURSO DE RELATO CORTO "PEÑALVENTO"

Piénsalo. Un lápiz se desgasta al usarlo, tú te desgastas con personas que no valen la pena, con proyectos fallidos, nos desgastamos al subir montañas empinadas para luego ver otras más altas viviendo la maldición de Sífiso, nos desgastamos al chocar con la realidad, con la ignorancia, con la sociedad opresora. Nos desgastamos de actuar la vida.
La mina de un lápiz se rompe. Tú te rompes. Puede ser que se rompa tu pierna o tu brazo, pero también puede que se rompa tu corazón, nos rompemos al perder una parte de nosotros que no está ligada al cuerpo: la familia, amigos, amantes…
A un lápiz lo rompen, una simple jugarreta de niño pequeño para demostrar tu fuerza. A las personas también nos rompen, nos desechan cuando ya no somos suficiente, cuando somos demasiado. Empiezas a vivir con miedo e inseguro de ti mismo y no ves el camino amarillo del
“Mago de Oz”, no ves absolutamente nada claro, dejas de creer en ti y dejas que otros crean por ti, si dicen que no vales, es porque no lo vales.
Un lápiz puede ser de carboncillo o de colores, tú puedes ver la vida en una tonalidad de lancos, negros y grises, o puedes verla en toda una gama de colores.
Cuando un lápiz se pierde, te compras otro. Cuando las personas ya te han exprimido todo tu jugo te desechan. Pero un lápiz también se encuentra, igual que tú te encuentras a ti mismo y echas a volar con la misma alegría que tuvo Ícaro al emprender su vuelo.

A un lápiz le sacan punta, tú dejas que otras personas te moldeen para así poder aprender y crecer como persona. Hay veces que te afilan demasiado, pero tú eres el que decide qué hacer con esos pedazos que te quitaron.


sábado, 7 de abril de 2018

"El chico de la esquina" de Marta Lázaro



Él, simplemente él. El chico de ojos verdes, el chico de 1´85 cm de altura. El que me mira en esa esquina.
Esa persona que se está fijando en mí, yo una chica de veinte años de edad, que está sentada en aquel banco de la puerta del Sol de Madrid. Normalmente suele estar a rebosar de gente comprando o algún turista. ¡Pero no! Hoy solo estamos ese chico y yo.
Se fue acercando poco a poco, y me fui fijando un poco más en él. Parecía más mayor que yo. Llevaba el pelo corto, unos vaqueros y una sudadera grisácea. Me empezó a sonreír, tenía una bonita sonrisa, la verdad. Se sentó a mi lado y empezamos a hablar. Se llamaba Lucas; tenía veintisiete años y era de Sevilla. Era muy simpático y a la vez un tanto mascarilla, pero la verdad es que me lo pasé muy bien hablando con él.
Nos dimos los números de teléfono para seguir hablando y conociéndonos un poco más. Me invitó a salir, mejor dicho, me invitó a cenar. Me llevó a un sitio muy bonito y un tanto romántico. Lucas se vistió muy elegante aquella noche. Yo también, me puse un largo vestido azul. Esa noche me besó y me pidió salir. Yo, muy asustada, me fui corriendo, no le contesté y creo que él se lo tomó un poco mal.
Ahora no hablamos y eso me desagrada. Yo, la verdad, no quería salir con él, tan solo quería que fue mi  amigo.

"Verano de fútbol" de Jaime Colmenarejo



Era 2 de agosto del año pasado, yo estaba, como todos los años, en Cullera, Valencia.
Iba con mis amigos caminando por la calle y nos llamó la atención un cartel pegado al escaparate de una tienda de ropa, “I TORNEO DE FUTBOL SALA CULLERA 2017 “, este era el llamativo título que tenía aquel cartel. En cuanto lo vimos, nos miramos, sonreímos y seguimos leyendo.
“Tendrá lugar el día 18 de agosto en el pabellón municipal a las 16.00.
Habrá dos torneos, uno para menores de 15 y otro para menores de 18.”
Tras unos segundos de silencio tomé la palabra, “Hay que apuntarse como sea”. Todos teníamos mucha ilusión, y aunque en ese momento éramos solo cinco, conseguimos convencer a tres amigos más que iban a venir en los próximos días.
Llamamos al número que vimos en el cartel. Nos dijeron que teníamos que entrar a la tienda donde estaba este pegado porque allí nos darían la hoja de inscripción. En esta hoja teníamos que poner los nombres de los ocho participantes, sus DNI y el nombre del equipo, decidimos llamarlo “Cabanyal F.C.”, ya que así se llamaba la calle dónde vivíamos la mayoría. Al rellenar esta hoja nos dimos cuenta de un pequeño problema, teníamos que participar en el torneo de menores de dieciocho, porque, aunque la mayoría de nosotros teníamos entre catorce y quince años, tres de mis amigos tenían entre dieciséis y diecisiete. La verdad es que no nos importó mucho porque tanto los pequeños como los mayores sabíamos jugar muy bien al fútbol.
Unos días más tarde, cuando llegaron los otros tres chicos nos pusimos a buscar un sitio dónde entrenar. Tras una tarde recorriendo todo el pueblo, vimos un instituto con dos pistas, pensábamos que no se podía entrar, pero una señora desde un balcón nos dijo como colarnos, le preguntamos si nos echarían, y ella nos contestó que no, que su hijo se colaba muchos días y nadie le decía nada.
Todo marchaba bien, ya teníamos jugadores suficientes, el nombre y un lugar para entrenar. Íbamos todas las tardes al instituto, al principio nos costó adaptarnos al fútbol sala, porque casi todos jugábamos al fútbol once, pero gracias a un amigo que jugaba en su pueblo de Madrid, conseguimos aprender y cogerle el truco.
El día antes del torneo volvimos a casa muy tarde de entrenar y hacía un poco de frío. Fui el único que no se llevó sudadera para después y a la mañana siguiente me levanté con dolor de cabeza, dolor de garganta y por si fuera poco, estuve toda la mañana vomitando. Después de esperar quince días a que llegara el torneo, no pude disputarlo.
Cuando terminaron el torneo vinieron todos a mi casa y me contaron todo lo que pasó, golazos, piques, regates… todo con mucho detalle. Quedaron segundos, y como sabían que me daba mucha rabia no haber podido ir, me regalaron el trofeo de subcampeones.

jueves, 5 de abril de 2018

"La conciencia" de José Manuel García



¿Qué es la conciencia?
Hay días en los que estoy teniendo un momento tranquilo y de repente algo en mi cabeza hace “clic” y siento un brusco cambio en mi cuerpo y mi mente.
Y me veo.
Me veo a mi mismo, como en tercera persona, y estoy viéndome ahí, parado, sin moverme, inconsciente de todo lo que me rodea, inconsciente del paso del tiempo.
Pasan tantas cosas en tan pocos segundos y aun así, pensad.
Pensad en lo estúpidamente vacío y sin sentido que es la vida.
El ansía de poder controlarlo todo y no poder ni controlar nuestras propias acciones y consecuencias.
El ansía de querer saberlo todo, y no saber nada.
Al final, acabo pensando lo mismo: todas las acciones ya están predestinadas.
Todo está hecho ya para nosotros, tan solo tenemos que avanzar en el espacio-tiempo.
Esto me hace pensar que nuestra existencia es como la típica escena de película cutrecilla en la que hay un coche parado y detrás se mueve un fondo simulando que el coche está circulando.
Nosotros estamos parados viendo como nuestra vida se mueve sin nosotros.
Que no podemos controlar nada, que ya esta todo predestinado.
Que en verdad, no estamos vivos.

"Vida" de José Manuel García



Yo no sé mucho de la vida. 
De todas las cosas complicadas y difíciles que hay que ir haciendo conforme te vas haciendo mayor.
De esas decisiones o sentimientos que me esperan en el futuro.
La vida ya de por si es dura, y mas aún, si eres de las personas que se ponen metas altas u objetivos complicados.
Yo soy una de esas personas.
Hace relativamente poco tiempo me di cuenta de que no iba a llegar a esas metas que yo me propuse si seguía así.
De que o me ponía las pilas o nunca llegaría a mi trabajo soñado.
De que o trabajaba todos los días dando mi máximo posible o no iba a ser feliz en el futuro.
Y me cuesta.
Me cuesta porque me digo: “Bah, ya lo haré mañana o mañana me pongo al día”
Y no.
Eso no va así.
Y aunque haya gente que piense o diga que no hago nada y que no apuestan un duro por mi para llegar a esas metas, yo se que pongo toda mi energía para conseguirlo.
Es complicado y largo, pero lo intento hacer todos los días.
En mayor o menor medida pero lo hago.
Y me he dado cuenta de que estoy viviendo más feliz.
Que se que aunque puede que haya llegado tarde a algunas cosas, las pienso superar.
Que aunque tenga que remover cielo y tierra, voy a conseguir el trabajo que desde que tengo uso de razón he querido.
Es más fácil decirlo que hacerlo y todo esto suena a topicazo, pero de verdad que funciona.
Y gracias a eso, voy a conseguir todo lo que me proponga.
Y seguiré haciendo más y más todos los días para cuando este en mi lecho de muerte, sentirme orgulloso de todo lo que he conseguido gracias a avanzar un poco más cada día.
Sentirme orgulloso de haber conseguido las metas que me propuse después de un simple vuelo de 30 minutos.
Sentirme orgulloso de mí.

lunes, 2 de abril de 2018

"¿Por qué nosotras?"


¿Por qué nosotras? ¿Por qué las mujeres pasan lo que pasan?
Muchas cosas que nos pasan, yo creo que nos lo ganamos a pulso. Pero también pagamos el pato por cosas que no tienen sentido.
Por ejemplo: muchas chicas van a congresos y se denudan, ¿para qué? La verdad es que no tiene sentido, es obvio que los guardias de seguridad te van a meter al calabozo o te pongan una multa.
Otro ejemplo es el salario. Mucha gente dice que el salario no es igual el de una mujer al de un hombre. Yo creo que eso es mentira. Yo creo que el salario es igual que el de un hombre al de una mujer (Al igual que mis padres, tienen el mismo sueldo).
Otra cosa que no me parece bien, la verdad, es que un hombre mate a una mujer. Seguramente, que la mujer no tenga la culpa de que el hombre tenga una vida desafortunada. Esto se llamaría violencia de género.
La verdad que las cifras son mucho más altas de que un hombre maltrate a un hombre, pero cuanto una mujer maltrata a un hombre no se llama violencia de género, si no, violencia doméstica. Si hay maltrato de un hombre a una mujer o al revés tendría que ser lo mismo (violencia de género)
Tampoco me parece bien que ahora las mujeres de hoy en día, hacen lo que le sale de la punta del pie. Yo me acuerdo que mi abuela me decía: “siéntate bien que eres una señorita”. Ahora eso se lo dicen a una chica y le dice que no le da gana, que, aunque sea una chica, no tiene que hacerlo.
Muchos cantantes populares de hoy en día hacen canciones despreciando a la mujer. Y en los videos que hacen las maltratan. Pero muchas feministas no quieren que el hombre maltrate a la mujer, pero luego escuchan las canciones de muchos cantantes que desprecian a la mujer pero no dicen que eso es machismo.
A mí me parece que esto ya se nos va un poco de las manos. No me parece bien lo que las mujeres de hoy en día  tienen como definición de feminismo. Muchas feministas se contradicen en muchas cosas.

"Yo también me equivoqué" de Lucía Nogales



Perdoné errores casi imperdonables. Intenté sustituir personas insustituibles y olvidar personas inolvidables. Me decepcionaron personas que nunca pensé que lo harían. Sonreí cuando por dentro tenía el corazón triste y oscuro. Hice amigos eternos. Lloré oyendo música y viendo fotos que nunca podré olvidar. Llamé solo para poder escuchar una voz que no fuese la mía. Pensé que me moría de tanta tristeza. Tuve miedo de perder a alguien especial, por un momento pensé que se iba a pasar, que todo volvería a ser como antes, sentía que el corazón se me rompía en pedazos y veía que todo se iba desvaneciendo. Hasta que me di cuenta de que he podido sobrevivir ¡ESTOY VIVA!
Aprendí que a veces el que arriesga no pierde nada, y que perdiendo también se gana.

"Relaciones" de Lucía Nogales



Las relaciones son más difíciles ahora porque ya nadie se toma el tiempo para enamorar; las conversaciones se convirtieron en textos, los argumentos en llamadas, los sentimientos en indirectas. La palabra “amor” es utilizada fuera de contexto, la inseguridad se volvió una forma de pensar, los celos en hábito, engañar en accidente y, ser lastimado, ahora es algo natural.  Lo que no puedes hacer es engañar a la persona que más quieres, con la que has vivido tantos momentos y que se ha convertido en tu acompañante de vida; esa que lo da todo cada día para que tú seas la  persona más feliz del mundo. No te vas a morir por dejar un momento el móvil y atender a tu pareja y decirla todos los días lo maravillosa que es, en vez de desconfiar tanto de ella y criticar el cómo va vestida.  Las nuevas tecnologías están haciendo que poco a poco te distancies cada vez más de las personas que quieres. En vez de escribir textos por WhatsApp podrías decírselo a la cara y decirle todo lo que piensas. Esto también pasa con los adolescentes de hoy en día, se escudan en el móvil y cuando quieren criticar lo hacen a través de una pantalla porque no tienen las suficientes narices de decirlo a la cara.

"No cambies por una persona que luego no te valora" de Lucía Nogales



Nunca le digas adiós si todavía quieres seguir, nunca te des por vencido si sientes que puedes seguir luchando, nunca le digas a una persona que estás enamorado de ella cuando no la puedes dejar ir.
El amor llega cuando menos te lo esperas, aunque te hayan decepcionado una y mil veces, el amor le llega a aquel  que aún cree, aunque haya sido traicionado por la persona que más quiere, a aquel que todavía le puede dar mucho amor a otra persona y a aquel que tiene el coraje y la fe para volver a construir la confianza de nuevo.
El principio del amor es dejar que aquellos que conocemos sean ellos mismos, y no tratarlos de adaptar a nuestra imagen, porque entonces solo amaremos el reflejo de nosotros mismos en ellos.