jueves, 7 de octubre de 2010

"El silencio" de Andrea del Val

No me gusta el silencio.  Al menos si no eliges estar en silencio. Aunque cuando podemos hablar normal no nos demos cuenta de lo importante que es; no me imagino como sería ser mudo. Pero no es solo lo que dices, sino tu voz, la forma de hablar..
¿ Por qué esos... se creen capaces de entrar en tu voz, si se supone que solo son responsables de los dientes? Les odio. Sí, hablo de los dentistas. Te dicen ‘abre la boca’, te hurgan y te ponen aparatos y pastas. Es increible como un solo campo como el de los dientes puede afectar a como te vean, te escuchen o como piensen de ti.
Afortunadamente creo que a mi no me van a juzgar por llevar o no llevar ese maldito aparato; pero, ¿y a otras personas? Puede ser como una montaña para ellos, un montón de cosas apiladas y al poner esta además, explota y les puede arruinar muchas cosas. Pero los dentistas tampoco piensan en eso.
Puede ayudar a aprender a escuchar; para alguien que no sabe escuchar supongo que el silencio es lo mejor. Pero tampoco es mi caso. Así que me pregunto ¿por qué? La respuesta es fácil: por una cuestión de genes; ¿qué culpa tengo yo? Pero creo que solo tendré que asumirlo, porque tampoco puedo hacerlo desaparecer. Es cierto, no es justo, pero supongo que me podría haber tocado algo peor.

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