Tras
esto, el rostro de ese perfecto ser humano adoptó una expresión preocupada. Sin
duda, no se esperaba tal reacción. Se había dirigido a mí de una forma de lo más
educada y yo ahora le había hecho quedar como un idiota. Cuando alguien te
responde con un: “¿Qué?” la mayoría de las veces, quiere decir que ni siquiera
se ha dado cuenta de tu presencia. Luego, es humillante y por eso, quise
rectificar.
-Lo…lo
siento-tartamudeé- me llamo Leyre y, lo cierto es que estoy un poco perdida. A
lo mejor tú podrías ayudarme.
Me
dio la impresión de que, ahora, Ken parecía estar igual que desconcertado que
yo, aunque, sea lo que sea que le inquietaba, se lo guardó para sí. Se limitó
simplemente a mirarme de arriba abajo y, por su expresión, supe que no soy la
única que opinaba que estar en medio de la playa, sola, en camisón y descalza,
es un tanto raro.
-Por
supuesto. Acompañadme-decía mientras se daba la vuelta y comenzaba a caminar-
una dama como vos no debería andar sola. ¿Por qué estáis sola? ¿Y…-se dio la
vuelta para mirarme- así?
“Tierra
trágame” Podía sentir cómo las mejillas me ardían. Sin duda, estaba pasando los
minutos más bochornosos, humillantes y vergonzosos de mi vida. Por una vez que
conozco a un chico tan terriblemente bueno, voy yo y la fastidio con mi
ridículo saco de dormir, mi cola desgastada y mis delgaduchos pies al aire
libre. No me gustaba parecer un bicho raro. Así que decidí no empeorar la
situación diciéndole que no tengo ni la más remota idea de dónde estoy, qué
hago aquí y cómo llegué. Así que, digamos que… mentí.
-Salí
a dar un paseo, llegué aquí por casualidad y ya no sé cómo volver.
-¿Salisteis
a dar un paseo descalza?
“¡Uy!
¡Qué fallo! No había pensado en eso”
-Me
robaron-solté de golpe-...los zapatos.
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