Acaba de empezar el mes de noviembre, estoy sentada en mi pupitre pensando en alguna historia para mandar a mi profesor de Lengua, pero no se me ocurre nada. Decido comenzar con lo más simple, redactar lo que estoy haciendo y pensando en este mismo momento.
Miro por la ventana, es deprimente este tiempo, tan oscuro y tan frío, me trae malos recuerdos. Sé que debería estar atenta a lo que estamos haciendo en clase, pero no puedo, soy incapaz, y ya que mi mente se niega a prestar atención, me dedico a seguir escribiendo. Suena el timbre, ya es la hora de la siguiente clase, así que guardo esta hoja con la esperanza y ganas de poder seguir escribiendo en alguna otra clase, consciente de que no es exactamente lo que tengo que hacer en una clase en la cual me están explicando temario.
Acabamos de subir de Educación Física, toca Inglés, por lo que me recuesto en el respaldo de la silla y miro hacia un punto fijo; entorno los ojos e imagino:
Estoy en una pequeña pradera verde rodeada de altos pinos en algún lugar del mundo. Todo es silencio, solo se escucha la suave brisa rozando la parte alta de aquellos árboles. Los rayos de sol se clavan en mi rostro, como esos días de verano en los que estás tirado en la playa y te duermes mientras te pega el sol en la cara; me encanta esa sensación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario