Me acerqué más y la abrazé, un suave y delicado abrazo. Habían pasado unos cuantos segundos cuando decidí apartarme, y ocurrió. Al separarme, nuestras miradas se cruzaron, nos quedamos diez segundos mirándonos, y no pude hacer otra cosa que besarla. En cuanto ella se apartó nos miramos sin saber qué decir o hacer, pero justo, en ese mismo instante cayó una pluma de un pájaro a nuestras cabezas; era negra con destellos verdes y dorados. Me volvió a mirar y sonrió con todos sus dientes torcidos. Mientras pasaba este recuerdo por mi cabeza, mis ojos están clavados en ella, hipnotizados. Se gira, se está dando cuenta de que la estoy mirando. Le saco la lengua con picardía y ella me responde con una sonrisa espectacular, solo que esos dientes torcidos han sido sustituidos por una dentadura perfecta y deslumbrante.
Suena el timbre. Es hora de irse a casa; por fin, fin de semana. Al salir, ella me mira desde lejos con aire entristecido y me dice: ''Tengo que hablar contigo''. Un escalofrío recorre mi cuerpo. La miro, intento ir hacia ella, pero no puedo, mis amigos me arrastran hasta la salida. La miro sin saber qué decir y la oigo gritar desde lejos: ''Ya hablaremos. Te quiero''....
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