Tuve un profesor hace unos años
que me dijo que podía conocer a cualquier persona, incluso a famosos,
únicamente a través de tres intermediarios, formando así una cadena de cinco
personas. Al principio pensé que me estaba gastando una broma, pero con el paso
del tiempo he podido comprobar que es cierto.
Una amiga mía que vive en un
pueblecito de Irlanda está conectada, de algún modo, con la Reina de
Inglaterra, y como yo conozco a esta chica llamada K. O’Donagall, también
pertenezco a esta cadena. La abuela paterna de K le enseño a cocinar a la hija
de un duque irlandés, y después esta chica se casó con un sobrino de la Reina,
por lo que podríamos decir que K conoce a su abuela, que conoce a la duquesa,
que al casarse con el sobrino conoció a la reina.
Este es otro ejemplo, más cercano
a mí ya que la persona que me conecta con las demás no es una amiga o un
conocido, sino mi padre. El jefe de mi padre se llama Agustín Muñoz Grandes,
que ha heredado sus apellidos directamente de su abuelo, también llamado
Agustín, que fue el jefe de la División Azul, y conoció directamente a la
persona que más daño causó en el siglo XX, Adolf Hitler.
Las anteriores cadenas acaban con
una persona importante, pero en el futuro también habrá celebridades de nuestra
generación. A lo mejor un chico que va al mismo instituto que un amigo de la
infancia descubre vida en otro planeta. Puede que la niña de 8 años que juega
en el parque que está enfrente de mi casa descubra la cura contra el cáncer.
Todas las personas que vemos cada
día, bien aquellas que nos acompañan a casa por las tardes o aquellas que pasan
a nuestro lado en la calle, están conectadas con nosotros. Que “todos seamos
hermanos” tiene más sentido de lo que parece.
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