miércoles, 11 de abril de 2018

"Vida" de Lidia Santos



El momento había llegado.
En una fría noche de abril decidí terminar con mi vida.
Muchos iban a juzgarme por lo que iba a hacer, pero estoy segura de que no podrían entender por lo que había pasado. La vida no tenía sentido para mí; no tenía motivo o razón para seguir viviendo. Si, me llamarán cobarde, estaba eligiendo el camino más fácil.
No podía seguir a adelante, había tomado mi decisión el primer día que desperté sabiendo que mi familia había sido asesinada. Sin embargo, había intentado durante tres semanas encontrar una razón para seguir viviendo, pero nada había funcionado.
Lo intente todo. Terapias, medicación, todo pero no podía seguir a adelante, al menos no cuando sabía que mi familia había sido asesinada a sangre fría, incluso cuando no podía recordar esa horrible noche. Cada vez que cerraba los ojos todo lo que pasaba por mi mente era sangre. Cada vez que veía a una pareja me recordaba a mis padres. Cada vez que escuchaba una risa recordaba a mi hermana pequeña. Ah… y las pesadillas…eran horribles. No me culpen por elegir el camino fácil.
Siempre había sido una persona débil y estaba en contra del suicido, pero era mi única opción.
Subí a la barandilla temblorosa mente y miré abajo. La sensación de vacío frente a mi me hizo morderme el labio nerviosamente.
Es tan alto.
Por un momento sentí miedo pero fue reemplazado por el alivio de que todo ya fuera a acabar.
El mundo se había vuelto asfixiante para mi, tan sin sentido. Mis ojos llenos de lagrimas miraron al cielo. Me gusta pensar que mi familia esta ahí arriba, esperando por mi, ese es mi único consuelo.
-Lo siento mamá y papá- Mi voz estaba entrecortada, - Lo intente, de verdad que lo intente.- dije al aire mientras mis lagrimas comenzaban a bajar por mis mejillas. Solo tenia que dejarme caer y todo habría acabado.
Cuando me sentí preparada cerré los ojos.
-Salta- Deje de respirar cuando sentí una voz a mi lado.- ¿A que esperas?- Era una voz masculina, abrí los ojos y gire la cabeza para mirar abajo.
Había un chico encapuchado apoyado en la barandilla. No podía verle la cara, pero me apuesto el cuello a que era muy guapo.
-Nadie va a detenerte si es lo estas esperando- Su voz era fría y calculadora.
¿Quién eres tú? Recuerdo que pensé cuando le vi. ¿Quién lo diría? Pienso ahora. Ese chico me salvó la vida en su momento. Si es cierto que lo hizo a su manera. Pero me salvó la vida.
Y ahora me toca a mí salvar la suya.
Cogí el bisturí y me dispuse a comenzar la operación.

    





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