Es algo simple y real, capaz de sorprendernos y robarnos
nuestra atención, además de obligarnos a olvidar algo tan trivial como lo es, en
ocasiones, el tiempo. Lo curioso de esto es la poca frecuencia con la que nos
detenemos a contemplar algunos de sus prodigios. Vivimos tan absortos en
nuestras vidas que abandonamos este juego de luces y blancos que ofrece a
diario.
Alzo la mirada en la luz y contemplo sus fantasmas, que me
proponen un acertijo: averiguar qué son, en distintas ocasiones. Acepto a
entrar en su juego y empiezo a divagar en busca de la mejor respuesta.
Mientras, ellos se burlan de mí, cambiando lentamente de forma, hasta que se
cansan y desaparecen.
En las tinieblas, nos ofrece otra maravilla. Un mar de luces
puras que no nos abandonan en la más grande de las oscuridades. Sin embargo, no
están solas. La reina, reflejo del rey, se corona como la luz más poderosa.
Nadie diría que algo tan habitual como el cielo, pudiera ser
tan singular y absorbente. No estaría de menos mirar arriba de vez en cuando.
2 comentarios:
¡Es precioso! Celia, no dudes que gracias a ti miraré con más frecuencia el cielo y todo sus encanto.
Es muy bonito lo que escribes y además tienes razón.
Isabel
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