miércoles, 18 de septiembre de 2013

"Recuerdos" de Teresa Armesto

Viernes 17 de julio de 1936:
Aquella tarde salí de la escuela y le vi, con sus pantalones de cuadros, su camisa azul un tanto desteñida y su pelo engominado. Me esperaba junto a su vieja bicicleta. Fuimos a pasear por el Retiro, buscando el frescor de la tarde bajo aquellos robustos árboles. Mi corazón latía con fuerza mientras él me agarraba la mano. Empezó a caer la noche, y Marcos me acompañó a casa. La inseguridad en las calles de Madrid aumentaba debido a las numerosas revueltas de las últimas semanas. En el portal, Marcos me invitó a cenar con él la noche del 18 de julio. Muy entusiasmada me acosté pensando en él, y el todo lo que me esperaría al día siguiente.
El canto de los pájaros me despertó aquella calurosa mañana. Empecé  los preparativos, elegí un vestido blanco, me arreglé el pelo, las uñas… Mientras tanto la idea de volver a ver a Marcos permanecía en mi cabeza.
 Marcos era de Madrid, como yo. Desde pequeños pasábamos el día juntos en el parque o tomando helados mientras él me contaba hazañas de su padre que era piloto. A medida que pasaron los años, Marcos y yo nos hicimos inseparables. Todos los días venía a buscarme al colegio, y me acompañaba a casa con su vieja bicicleta. Y así día tras día.
Cuando cayó la tarde, por la radio se escucharos las primeras noticias de un posible golpe de estado. Yo no le di ninguna importancia, lo único en lo que pensaba era en Marcos y en la cena a la que me había invitado esa noche. Era nuestra primera cena juntos. En cuestión de segundos, numerosos bombardeos y disparos de empezaron a adueñar de Madrid. Los militares iban reclutando a los ciudadanos ya que se necesitaban soldados, hasta que llegó el turno de Marcos. Nunca más le volví a ver. Mi corazón quedo roto y una profunda tristeza se apodero de mí, acompañándome durante años. Mi familia fue evacuada a Valencia donde vivimos los duros años de la guerra en los que no pude dejar de pensar en Marcos.

Han pasado treinta años desde entonces. He vuelto a Madrid. Todos esos recuerdos me atormentan mientras paseo por las calles. Sin darme cuenta estoy delante de la que fue mi casa. Miro en todas direcciones buscándole, y entonces le encuentro. Con sus pantalones de cuadros, su camisa azul un tanto desteñida y su pelo engominado con la raya al lado, me espera junto a su vieja bicicleta.

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