Era una noche como otra cualquiera. Yo estaba en el apartamento de la playa preparándome para salir con mis amigos de fiesta, a dar una vuelta. Pero este año no era como los otros, este año había uno nuevo en el grupo, era alto, rubio, ojos azules, simpático, el chico perfecto. Cuando me quise dar cuenta me había enamorado de él. Cuando le veía me temblaban las piernas el corazón me daba brincos, parecía que quería salirse de mi pecho, los ojos se me iluminaban, todo era tan bonito... Hasta que llegó la última semana de playa, en la que si no hacías algo te podrías llegar a arrepentir toda tu vida. Pues ahí estábamos, todos los del grupo sentados en la orilla del mar recordando viejos veranos en ese mismo sitio. Entonces llegó él, se sentó a mi lado y me dijo que este verano había sido el mejor, que todo había cambiado y que se había dado cuenta de que se había enamorado de mí; en ese instante no sabía cómo reaccionar. Me pidió empezar una relación y le dije que sí. Cuando llegamos a Madrid, todo era igual; quedábamos, nos queríamos. Una noche él me regaló una pluma, y me dijo que cada vez que viese esa pluma que me acordase de el. Esa misma noche discutimos, y yo le di la pluma. Al día siguiente había colegio y él no vino a clase ni el lunes, ni el martes, no había noticias de él. El miércoles vinieron unos policías a mi clase diciendo que querían darme una mala noticia: Ángel había muerto; también me dieron otra cosa, era un sobre con mi nombre. Y una frase que decía Sin ti no soy nada, te lo dije. Cuando terminé de leer la nota, vi la pluma sobresalir de aquel sobre, sí, nuestra pluma. Dejé caer el sobre al suelo mientras mis lágrimas también lo hacían.
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domingo, 29 de septiembre de 2013
"Mi corazón sigue latiendo" de Belén de Sebastián
Todo pasa por alguna razón. El corazón se cansa de latir, por eso algún día moriremos; un payaso se cansa de hacer risa, por eso algún día tendrá un momento triste; el móvil se casa de estar todo el día funcionando, por ello, algún día se estropeará (al igual que una lavadora, un frigorífico..) Todo , sí, todo. Él se cansó de siempre la misma rutina, por eso terminó con la historia, esa historia en la que eramos ''NOSOTROS'' y ahora termino en dos completos desconocidos. Todo a su lado, era la historia de amor que siempre necesita una mujer, (aunque después de algo bonito siempre llega una decepción). Los dos sentían algo grande, ella por el y el por ella. Era de película, (sé que dura dos horas, pero era igual de bonito) eramos inseparables. Él la quería y la trataba como a un princesa, ella a él no le demostraba mucho, pero sentía tanto por él, que ni con la mínima palabra podría expresarlo. Cada momento que pasaban juntos, se enamoraban más. Ella era celosa, mucho quizás, pero si por algo lo era, era porque no quería perder a la persona más importante en su vida. Él se cansó, de siempre estar haciendo lo mismo, quizás empezó a sentir cosas por otra chica, o simplemente quizás ya no le quería. Él terminó con toda esa pequeña gran historia. Todo en un momento se volvió gris para ella , todo a su lado era perfecto, ahora nada es lo que era antes. Ya no son mejores amigos quizás. Ya no hay esa confianza que tenían antes. Todo desapareció con una simple y corta frase: "Te prefiero como amiga". Ella lloraba días tras día, noche tras noche. Era diferente para ella, aunque con sus amigas fuera fuerte, al llegar la noche se destruía y lloraba. Tenia su corazón roto, todos esos sueños que decían que iba a acabar la historia, ocurrió. Se lo imaginaba pero no sabía cómo aceptarlo. No se acostumbraba a vivir sin él, hacía de tripas corazón cada vez que le veía.. pero aún así ella sigue intentando ser fuerte, y sonreír, porque la vida aquí no acaba. Volverá a construir otra historia al lado de otra persona que le sepa valorar. Ella le quería.. y lo sigue haciendo.
"Amor eterno" de Belén de Sebastián
Era una mañana gris y muy agitada, eran ya cerca de las 8:15 cuando un hombre mayor, que ya pasaría los 80 años, llegó al hospital para que le retiraran unos puntos que tenía en la mano de una pequeña herida. El hombre preguntó si era posible que le atendieran pronto ya que estaba apurado porque tenía una cita a las 9:00.
Le eché un vistazo a la herida y le pedí que se sentara mientras acababa con otro paciente. Cuando finalicé y regresé a la sala de espera le ví inquieto mirando su reloj, así que decidí pasarle a la consulta antes de que llegara el siguiente paciente. Durante el examen comprobé que la herida estaba perfectamente curada así que comencé a quitarle las suturas y, mientras lo hacía, le pregunté si tenía otra cita médica esa misma mañana ya que lo veía muy apurado.
El hombre me dijo que no, que necesitaba acudir al geriátrico para desayunar con su esposa, ya que siempre desayunaban juntos a las 9:00. Cuando me dijo que estaba en un geriátrico lo primero que pensé es que tal vez su esposa requería supervisión médica y le pregunté por la salud de ella.
Él me respondió que ella estaba en el geriátrico hacía tiempo ya que padecía Alzheimer.
Cuando me dijo eso le pregunté si ella se enfadaría con él si llegaba un poco tarde a su cita y él me respondió que ella ya no sabía quien era él. Hacía más de cinco años que ella ya no podía reconocerle.
Me sorprendió esta respuesta y entonces de nuevo le pregunté: ¿ Y aún así sigue acudiendo cada mañana a la misma hora aún cuando ella ya no sabe quien es usted?
El sonrió, de forma compasiva me acarició la manó y me contestó: Tal vez ella no sepa quien soy yo, pero yo aún sé quien es ella.
Se me erizó la piel y no pude contener las lágrimas. Mientras le veía salir por la puerta del hospital pensé: Ese es el tipo de amor que quiero en mi vida.
viernes, 27 de septiembre de 2013
"Finales" de Celia Álvarez
¿Qué es un final? ¿Qué significan esas cinco letras que a
veces tanto pueden asustar o desconcertar?
Pueden representar la última página de un buen libro o la
última escena de una maravillosa película. A nadie le gustan los finales
tristes en estos casos, porque muere un personaje que apreciábamos, porque la
historia de amor podría haber terminado mejor o porque el antagonista logra una
victoria que no merecía, entre muchos otros finales desoladores. Sin embargo, a
veces desechamos los finales felices por ser tópicos y predecibles, echando en
falta una hermosa moraleja o un detalle emotivo que ensalce el final.
Pero, ¿qué ocurre al hablar de los finales que influyen en
nuestras vidas? Una despedida, un cambio transcendental, el fin de una etapa…
en estas circunstancias, directamente, no queremos que ni siquiera lleguen.
Tendemos a ponernos en lo peor y a retrasarlo. Por suerte, al llegar cada
conclusión, suele ser algo más inesperado.
¿Una conclusión? Aceptemos los finales, sean como sean,
porque son sinónimo de que empieza algo mucho mejor o de que hemos cumplido
nuestros propósitos. No debemos esperar el final más feliz, sino el mejor, el
que nos enseñe y no se pierda en el tiempo.
"Más allá" de Celia Álvarez
No es algo material y sin embargo, permite crear cualquier
cosa. Puede parecer absurdo, incluso infantil, pero habitualmente es una
válvula de escape, una puerta trasera por la que podemos huir temporalmente de
la realidad. Este recurso, que no conoce límites, es capaz de hacernos viajar
más allá del tiempo y del espacio, de crear hermosas historias y ensalzar
sueños, y lo que resulta más útil, hacernos olvidar el estrés, los agobios, los
problemas… A veces, nos dará una solución que anhelamos en secreto; en otras,
podremos conseguir algo de calma y, más a menudo, perderemos parte de ese
insistente aburrimiento.
No puede ofrecer objetos físicos y habrá quien te diga que no
sirve, que es solo una quimera engañosa. En esos momentos, recuerda que es un
método con el que grandes mentes humanas obtuvieron algunos de sus mejores
logros. ¿Quién dice que tú no conseguirás lo mismo? Todo es cuestión de querer
trabajarla, de dejarse de llevar y de intentar crear tus propios universos y
explorarlos a fondo.
En una palabra: imaginación. Nadie te la podrá robar ni
forzarte a dejar de usarla. Con ella llegarás más lejos, más allá que
cualquiera.
"Extraño en la ventana. Parte 2" de Salo Madroñal
Después de no haber dormido aquella noche, me vestí, me
cepillé el pelo y bajé a desayunar. Mi madre me había hecho una tostada de
mermelada de fresa y me había preparado
un vaso de leche caliente. Ella ya se había ido a trabajar, lo que me permitía
hacer de detective por mi patio para buscar algún tipo de de huella y allí
estaba, una huella perfecta de deportiva. Lo malo es que, en mi instituto,
todos los chicos llevaban deportivas pero, las que estaban en mi jardín, eran
de la marca “Asics”.
Sólo cinco chicos de mi clase llevaban esta marca de
zapatillas y así fue más fácil encontrar al chico que estuvo ayer en mi casa.
De momento solo sabía que quien me estaba mirando ayer por la noche era un
chico y que, seguramente, era de mi clase.
Cuando las clases se acabaron, me marché a casa y mientras paseaba,
imaginé que sería el futbolista más guapo de mi clase que solía llevar “Asics”.
En aquel momento, me ilusioné; dicha ilusión me salía por los poros y mi corazón
iba a mil por hora.
Aquella misma, noche ocurrió lo mismo: los ruidos en los arbustos,
la sombra frente a mi ventana pero, esta vez justo al golpe de la ventana,
apareció una nota,
Me sorprendí un poco y empecé a leer la nota:
- Mi amor, todos los días pienso en
ti. Solo con verte sé que pronto estaremos juntos.
Mi princesa, te espero mañana en
la puerta del comedor a las cuatro y media. No faltes. Me veras muy pronto,
Tu amado.
Empecé a asustarme por momentos y, cuando me asomé, ya no
estaba. Al día siguiente, salí del instituto a las dos y cuarto. Este horario
me permitía arreglarme un poco para ver a esa persona que se había enamorado de
mi y así ver si a mi también me gustaba.
Llegó la hora, y allí estaba yo, con mi vestido de Zara y me
maquillaje perfecto y…
¡No me lo podía creer! ¿Qué hacía él aquí y cómo podía estar
enamorado de mí?
sábado, 21 de septiembre de 2013
"Extraño en la ventana" de Salo Madroñal
Era una oscura y fría noche de invierno. Mientras el dulce olor a pollo asado llegaba a mi habitación, observé algo bastante extraño. A lo lejos, los arbustos de mi increíble patio empezaron a moverse y una larga sombra apareció frente a mi ventana. En ese preciso momento, mi madre de me dijo que la cena ya estaba lista y que la familia Ramírez ya había llegado.
Bajé lo más rápido posible, saludé a los invitados y esperé a que se fueran para volver a asomarme a la gran ventana de mi habitación. Desde ella puede observar que detrás de los arbustos no había nada, ni una sola alma a la que culpar por mi nerviosismo. Decidí tomar una taza de chocolate caliente como hacía desde que tengo memoria. Subí y me senté en la cama.
Una piedra rebotó contra el cristal de mi venta. Asustada, me levanté de mi cama lentamente y me dispuse a salir al balcón para ver qué o quién había lanzado esa piedra.
Para mi sorpresa, enfrente de mi había alguien y, por la forma de su sombra, era la misma persona que había estado un par de horas antes frente a mí.
Mi madre entró en mi cuarto y me pidió que cerrase la ventana y que me acostara. Cuando se fue, me volví a asomar y esa persona ya no estaba. ¿Quién sería? Y sobre todo… ¿Qué hacía en el largo jardín de mi casa?
Estas preguntas me llevaron a pensar otras muchas más. Lo que impidió que aquella noche durmiese.
miércoles, 18 de septiembre de 2013
"Oscura realidad" de Inés García
Salí a la calle y estaba sola. Miré el reloj. Marcaba las dos
de la tarde y la última vez que vi a mis padres fue ayer por la mañana, cuando
se marchaban a la oficina. Mi hermano y yo nos fuimos a la cama tranquilos,
sabiendo que podía haber ocurrido un atasco en la autovía y por eso nuestros
padres se retrasaban.
Esta mañana todavía estaban fuera, y mi hermano se empezó a
preocupar. “Puede que estén en un viaje de negocios y no les hallamos escuchado
cuando lo dijeron”, le contesté yo, quizás porque no quería creer que les había
pasado algo, aunque sabía que la ropa y los cepillos de dientes estaban en su
sitio. Intenté llamarles al móvil, pero la línea estaba ocupada.
No había comida en el frigorífico, tan solo un bote de
mayonesa, así que esperamos a que llamasen o a que llegasen a casa, no estoy
segura de por qué esperé tanto tiempo para irme al supermercado.
Era extraño que no hubiese gente en la calle a esta hora,
sobre todo tratándose de la calle Miguel Moya, tan cerca de la Gran Vía. Cuando
llegué al supermercado, vi que estaba abierto, pero que no había nadie, ni
siquiera el cajero.
En ese momento tuve un mal presentimiento y corrí a casa.
Grité el nombre de mi hermano, le pregunté dónde se escondía, que por qué me
gastaba estas bromas. Pero nadie me contestó.
Cuando di por sentado que estaba sola en casa y tenía la
garganta destrozada, quise beber un vaso de agua, pero no había agua corriente.
Todo esto era muy raro. A lo mejor me había vuelto loca. A lo mejor esto era un
mal sueño, muy vívido, y solo tenía que esperar a despertarme. En cuyo caso
podía pasear un poco por las calles de Madrid y disfrutar del silencio.
En la terraza del bar de la esquina, un café y una galleta a
medio comer contemplaban el vacío de la ciudad. Cuando entré en el bar no había
nadie. Se me ocurrió que podía probar la capacidad de mi subconsciente
explorando la cocina. Cogí un paquete de patatillas para matar el hambre y una
Coca-Cola de la despensa. Cuando decidí irme a otro lugar menos aburrido, vi
una persona en la barra. Me acerqué al desconocido, y cuando miré a sus ojos
pude ver como en un espejo mi propio miedo y ansiedad.
Me di cuenta de que esto no era una pesadilla. Era la
realidad. Y no volvería a ver a mi hermano, ni a mis amigas, ni a mi familia.
Sentí que el suelo se acercaba peligrosamente rápido hacia mi cara, y aunque
los brazos del hombre me sostuvieron, todo se volvió oscuro.
"Recuerdos" de Teresa Armesto
Viernes 17 de
julio de 1936:
Aquella tarde
salí de la escuela y le vi, con sus pantalones de cuadros, su camisa azul un
tanto desteñida y su pelo engominado. Me esperaba junto a su vieja bicicleta.
Fuimos a pasear por el Retiro, buscando el frescor de la tarde bajo aquellos
robustos árboles. Mi corazón latía con fuerza mientras él me agarraba la mano.
Empezó a caer la noche, y Marcos me acompañó a casa. La inseguridad en las
calles de Madrid aumentaba debido a las numerosas revueltas de las últimas
semanas. En el portal, Marcos me invitó a cenar con él la noche del 18 de
julio. Muy entusiasmada me acosté pensando en él, y el todo lo que me esperaría
al día siguiente.
El canto de
los pájaros me despertó aquella calurosa mañana. Empecé los preparativos, elegí un vestido blanco, me
arreglé el pelo, las uñas… Mientras tanto la idea de volver a ver a Marcos
permanecía en mi cabeza.
Marcos era de Madrid, como yo. Desde pequeños
pasábamos el día juntos en el parque o tomando helados mientras él me contaba
hazañas de su padre que era piloto. A medida que pasaron los años, Marcos y yo
nos hicimos inseparables. Todos los días venía a buscarme al colegio, y me
acompañaba a casa con su vieja bicicleta. Y así día tras día.
Cuando cayó la
tarde, por la radio se escucharos las primeras noticias de un posible golpe de
estado. Yo no le di ninguna importancia, lo único en lo que pensaba era en
Marcos y en la cena a la que me había invitado esa noche. Era nuestra primera
cena juntos. En cuestión de segundos, numerosos bombardeos y disparos de
empezaron a adueñar de Madrid. Los militares iban reclutando a los ciudadanos
ya que se necesitaban soldados, hasta que llegó el turno de Marcos. Nunca más
le volví a ver. Mi corazón quedo roto y una profunda tristeza se apodero de mí,
acompañándome durante años. Mi familia fue evacuada a Valencia donde vivimos
los duros años de la guerra en los que no pude dejar de pensar en Marcos.
Han pasado
treinta años desde entonces. He vuelto a Madrid. Todos esos recuerdos me
atormentan mientras paseo por las calles. Sin darme cuenta estoy delante de la
que fue mi casa. Miro en todas direcciones buscándole, y entonces le encuentro.
Con sus pantalones de cuadros, su camisa azul un tanto desteñida y su pelo
engominado con la raya al lado, me espera junto a su vieja bicicleta.
"Lágrimas de valor" de Mireia Rocas
Mi melena pelirroja se mueve por la carretera de Madrid, mis pensamientos se desvían a mil imágenes que viví, una etapa dura en las calles de Madrid, donde quererte era sobrevivir; si desde que te fuiste todo ha cambiado, nuestros bares se han apagado, a la navidad le faltó alegría, dos turrones y tu gran melancolía. Me volví una suicida de tu recuerdo permanente, parecía como si todavía estuvieras presente. Tengo en mi mente tus dibujos guardados, la sexta sinfonía de una pieza que no se ha tocado, tus viejas partituras y tu piano de regalo; fumo tus recuerdos con la base de Mecano. Es un querer tenerte y no estar a mi lado; llevo miles de rosas a nuestro sitio encantado, me acuerdo todavía de tu adictiva melodía, esa que cantabas cuando apenas te oía. Tengo grabado a fuego todos tus lamentos, todas esas palabras que se las llevó el viento, aquellas señales de Madrid que me indicaban el camino hacía ti. Voy a mil kilómetros por hora en la carretera de Valladolid, me marcho por un tiempo, me despido de mi queridísimo Madrid, me alejo de la ciudad, sin mirar atrás. Una lágrima de valentía empaña mi cristal.
lunes, 16 de septiembre de 2013
"Algo simple" de Celia Álvarez
Es algo simple y real, capaz de sorprendernos y robarnos
nuestra atención, además de obligarnos a olvidar algo tan trivial como lo es, en
ocasiones, el tiempo. Lo curioso de esto es la poca frecuencia con la que nos
detenemos a contemplar algunos de sus prodigios. Vivimos tan absortos en
nuestras vidas que abandonamos este juego de luces y blancos que ofrece a
diario.
Alzo la mirada en la luz y contemplo sus fantasmas, que me
proponen un acertijo: averiguar qué son, en distintas ocasiones. Acepto a
entrar en su juego y empiezo a divagar en busca de la mejor respuesta.
Mientras, ellos se burlan de mí, cambiando lentamente de forma, hasta que se
cansan y desaparecen.
En las tinieblas, nos ofrece otra maravilla. Un mar de luces
puras que no nos abandonan en la más grande de las oscuridades. Sin embargo, no
están solas. La reina, reflejo del rey, se corona como la luz más poderosa.
Nadie diría que algo tan habitual como el cielo, pudiera ser
tan singular y absorbente. No estaría de menos mirar arriba de vez en cuando.
"Amor eterno" de Mireia Rocas
Camino hacia un lugar perdido, allí donde los pájaros no vuelan y los niños no juegan, allí donde el verano pasa y las nubes no levantan, donde el mínimo signo de vida es algo por lo que mataría. Me refugio entre las líneas del anonimato porque sino tenderé a imaginar tu retrato, y si me voy no es porque no te quiera, es porque esta vida me supera, tantos cómos sin porqués, tantos te quiero volver a ver , acabaron conmigo; un adiós es lo que te digo , porque mucho he pasado por haberte amado. Derramé todos mis sueños por ti, me pintaste una vida que nunca viví, y ahora que la soledad me acompaña te cuento todas estas tristes hazañas , porque pequé ante el cielo por tu sonrisa y ahora no me acompañas ni en esta mínima brisa. Escalé el Everest en busca de respuestas y lo único que obtuve es tu mera coincidencia; escalábamos la misma cima pero cada uno seguía su rutina, soñaba con que tus manos frías me rozaran, estúpida yo, porque eso no pasaba, miles de kilómetros de altura nos separaban aunque mi idea era que durmiéramos en la misma cabaña. De repente, nuestras miradas se cruzaron, todo el Everest se había callado, tus ojos azules reflejaban mi cara; aquella que por miedo permanecía callada. Todos mis pensamientos deseaban salir pero mi propio orgullo no lo podía permitir; tanto tiempo esperando este momento , contarte que te quiero y que todavía te espero. He llegado a la cumbre más alta allí donde la Nasa avanza, donde el peligro aumenta, donde mi cuerpo se lamenta. He buscado a la soledad con el fin de olvidarte y diez mil kilómetros de nieve me han hecho encontrarte . Todo este tiempo mi corazón ha estado latiendo por un único pensamiento, por eso no dudo en decirte “ Te quiero” . Te acercas tartamudeando sin poder decir nada, igual que mi mirada un tanto ilusionada. Beso tus labios intensamente creando heridas permanentes; muerdes mi boca susurrando y en silencio, y yo te repito yo a ti siempre te espero; me coges de la mano y me dices te amo. El Everest proclama que lo nuestro no ha acabado.
viernes, 13 de septiembre de 2013
"Esperando" de Mireia Rocas
Cierro los ojos y no estás; quizás sea el motivo de mi insomnio permanente o mi droga continua. Trato de recordar el por qué de tus tequieros y el suplicio de tus ignoros, sueño con volverte a tener aquí , con aquellos recuerdos que tuvimos, con aquellas penas que pasamos, con aquellos "dones" que creamos. Deliro con tenerte aquí a mi lado con que aquella llama que creamos potenciando todo aquello que ignoramos, y que Satanás me juzgue si amarte es pecado, porque arderé en el fuego eterno si no estoy a tu lado, y junto a nuestra ventana yo te espero, contando los cigarros que nos quedan para vernos. El paso de las estaciones invaden mi cama, empiezo mil veces una carta que no acaba, repito tu nombre despacio y en silencio no vaya a ser que nos juzguen por ello. Tengo gravadas tus iniciales, en el pecho una puñalada por todo aquello que tenemos; deseo tu mirada clavada en mi cama, tu perfume recorriendo la sala.
Y tus besos de judas ya no duelen; aprendí a ser fuerte por tenerte, y a esto llaman vida a un montón de actos suicidas, pues todo esto no lo entiendo, solo es fruto de algo que carezco. No puedo asegurarte un futuro permanente, ahora los "para siempre" van con contrato. Ya dos meses y lo nuestro acabado; ven y cuéntame al oído todo aquello que vivimos, esos cafés en "Sanco", esas tardes en nuestro banco. Oigo el ruido de la lluvia golpeando el cristal, más fuerte suena este sentimiento al que no puedo parar. El tiempo me está agrietando y mis manos frías ya lo están notando; no dudaré en seguirte esperando pues el infierno ya nos está buscando.
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