jueves, 3 de junio de 2010

"Relatos de una sonrisa rota" de María Delgado

Entre el silencio, la música empezó a sonar. Adornaba de nostalgia el ambiente solitario del vehículo. Una nostalgia que ya se había perdido hace muchos años… y quizás se pueda preguntar, si alguna vez existió.

Su rostro débil y frío, dibujaba unos ojos cansados de llorar, que llorando el sentimiento habían perdido. Eran oscuros y masacrados, pero desde aquí, nadie lo notaría. Porque de soledad se habían formado.

Una soledad vacía y marchita. Una soledad gris y dolida.

El mentón sobresalía de su figura, sin que él se diera cuenta de como lo tuviera. Pequeños rastros del principio de su barba se asomaban. La verdad, no importa, o quizás sí, pero había perdido las fuerzas para averiguarlo.

Si se pudiera decir algo más de su físico, algo más que importara…era ese color gris, era esa sonrisa cortada.

Y así, el paisaje cambiaba y se difuminaba poco a poco por la velocidad. Él se acomodaba en el respaldo del asiento, con la mirada en el infinito, con su silueta, algo desaliñada, como si no existiera. Porque su propio ser, dejó de existir, y alo mejor, nunca existió.

Mientras sonaba aquella música, y sin que él gastara más su inmenso dolor, alguien pudo revivir sus recuerdos. Alguien cerca, y a la vez lejos. Alguien que existe y que no existe. Alguien que por él, intentaba entender su tristeza.

Y veía en su mente, mucho dolor, que nunca pudo superar. Y veía en su corazón, muchas personas, que nunca pudo recuperar.

Veía y recordaba, discusiones y lamentos que no fueron escuchados. Veía y lloraba, pruebas decisivas que no fueron superadas.

Y así pasaron los años, hasta que las velas de esperanza, se apagaron del todo.

Porque él sentía, que había perdido. Porque él sentía, que ya nada servía para algo. Porque él veía, que todo lo que él era, simbolizaba una simple mancha gris.

Y como inútil que se veía, lloraba cada noche, bebía cada tarde, y se quedaba en silencio, luchando contra algo, sin luchar.

Porque sinceramente, ya no le quedaba nada. Nada.

Bueno, si algo más puedo decir, yo era esa persona. Esa persona que estaba sentada a su lado, intentando comprender. Intentando dejar de echar lágrimas por dentro, al ver aquel dolor tan inmenso.

Pero sinceramente, nadie lo puede superar. Nadie que intente creerse que en la vida no existe la felicidad para él o ella. Nadie que se crea que es infeliz. Nadie, absolutamente nadie, puede igualar lo que yo veía en esta persona.

Porque podía sentir las agujas que apuñalaban una y otra vez su corazón, aunque temo que ese corazón ya lo haya perdido.

…………………………

Y cuando la canción terminaba, le volví a mirar con la esperanza de encontrar algún color en su rostro. Pero no era así.

Por mucho que yo lo intentara, por mucho que yo sufriera, por mucho que le dijera “intenta sonreir, para que las cosas vayan mejor”, por mucho que existiera y le lamentara… no lo puedo igualar.

Porque, yo también siento que le he perdido, aún teniéndole mi vida entera.

Porque escribiendo esto, y llorando por ello, solo puedo pensar… ”¿Por qué tiene que ser el mundo tan injusto?” “¿Por qué?”…

Son lamentos que se quedan en simples susurros, como los rayos del sol. Porque oímos y no escuchamos. Porque escuchamos y no entendemos. Esa es, en muchos de los casos, una de nuestras definiciones.

Y si alguien me escucha, me alegro por ello, y si alguien lo compadece, también.

Pero sólo puedo pensar en recordar una cosa, de la última vez que le vi. Y era ,su sonrisa rota.

Y sólo puedo pedir un simple deseo… una simple esperanza…no se.

“Ojalá pueda hacerte feliz…”

(Dedicado a alguien cercano a mi, quizás demasiado cercano para que yo pueda sonreir)

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