jueves, 25 de febrero de 2010

"No volverá a ocurrir" (La mariposa Tuerticoja)


Paso el día sacando punta a los lapiceros que escriben la historia de mi vida, porque se despuntan rápidamente escribiendo cada detalle, la mayoría que preferiría que no estuviese escrita. La vida de uno no es algo de lo que debería estar orgulloso, porque todos cometemos errores en ella y siempre hay algo que no deberíamos haber hecho y por eso se prefiere no recordar aquellos momentos. Pero hay que aprender de los errores. Nadie progresa si se atasca en el pasado, como suelo decir o debería decir más a menudo, todo tiempo pasado fue anterior, pero cómo progresar si el pasado forma parte de tu futuro.
Nunca olvidaré aquella cara, esos labios, esos ojos y aquella mirada. Dios, aquella mirada, qué forma de mirar; no te lo imaginas. Cada mirada suya parecía que lo sabía todo de ti; no la conocía de antes pero esa mirada inspiraba tanta confianza que parecía que la conocía de toda la vida. Nunca la olvidaré, no me atreví a hablar con ella entonces, no me atrevería ni aunque la volviese a ver. Sólo me atreví a acercarme y verla de cerca, un mechón de pelo rubio la cubría parte de la cara desde donde yo la veía, estaba reclinada mirando una revista, allí apoyada en la pared esperando probablemente a que un valiente se atreviese a hablar con ella, yo no lo hice y si un día la vuelvo a ver es muy probable que tampoco me atreva. Tengo que aprender a luchar por lo que quiero, sin miedo y directo, pero tengo demasiado miedo al rechazo.
Ella leía, yo la miraba, perfecta armonía. Diez minutos así mirándola desde lejos sin saber qué hacer, pensando en ella; no la conocía pero pensaba en ella. Hacía frío pero había sol y se notaba que ella lo estaba aprovechando, con una chaqueta de cuero, unos vaqueros y un palestino, descansaba recibiendo el sol de pleno como iluminándola para que alguien como yo la observara. La revista hacía reflejo desde mi perspectiva deslumbrándome, pero nada me deslumbraba más que ella.
Me decido a avanzar, pero lentamente, no quiero perderme ni un segundo admirándola, cualquier excusa para tardar más era bien recibida, que si atarme los cordones, que si sonarme la nariz para admirarla me sobraban las escusas. Ella me miró varias veces y se rió. Creo que entendía lo que yo hacía o simplemente se reía de mí; prefiero imaginarme la segunda opción porque eso significa que no metí la pata, eso significa que tenía la razón, mejor que admitir que fui un idiota. Cuando paso a su lado estoy a punto de decir algo pero mi garganta se traga mis palabras, y no creo que oyese nada, pase de largo con miedo a volver la vista atrás, nunca miré.
Seguí andando, siempre echaré de menos ese momento, marcará mi futuro mi presente y por supuesto a marcado mi pasado. Esa chica sin nombre ha gastado muchos lápices escribiendo mis andanzas, mis anécdotas, mi vida en general. Cuando llegué al instituto, tarde me preguntaron qué había estado haciendo; no supe responder, sólo pude limitarme a decir: lo siento, me entretuve, no volverá a ocurrir.

1 comentario:

Literatura Blog dijo...

Extraordinario relato lleno de pasión. Te felicito muy sinceramente.