lunes, 7 de mayo de 2018

"Un desierto mojado" de Fernando Teba



Yo era un joven soñador en un viaje con el único afán de cruzar los siete mares nada más que con mi velero y una brújula, o eso pensaba yo.

Saliendo de un puerto de Venecia, mi ciudad natal, comenzó la historia que cambió mi perspectiva de la vida y de cómo vivirla. Los primeros meses fueron como me esperaba, un viaje tranquilo y en soledad, siendo acunado por la suave marea de un día calmado, uno de muchos, pues al octavo amanecer del cuarto mes sin aviso alguno una tormenta quebró mi mástil dejándome a la deriva en mitad del azul desierto que un día tanto me atrajo cruzar.

Al principio solo quería despertar de la supuesta pesadilla obra de mi imaginación que se mostraba ante mis llorosos ojos, estaba encallado en un coral gigante, en una ruta sin transitar debido a los arrecifes de coral, que aunque alberguen más vida de la que te puedas imaginar tienen una cara opuesta, siendo capaces de hacer encallar hasta al más robusto de los barcos. Una vez que admití que no era un sueño y al borde de perder la poca cordura que me quedaba, los problemas se fueron presentando uno tras otro, pero el que más me preocupó fue el de la comida y el del agua potable, ya que un sorbo de la salda agua en la que flotaba sería suficiente para aumentar mi sed y acabar antes con la reserva que me quedaba. Me repartí la comida y el agua para cinco días los cuales tenía que asegurar mi sustento de comida y agua. El más simple en apariencia era la comida, ya que estaba rodeado de cientos de peces. El problema fue que yo no era el único cazador y todo estaba infestado de tiburones, que acechaban mi barco haciendo imposible sumergirme a por algo que llevarme a la boca. Vagamente recordé uno de los documentales que de niño tanto me gustaban, en los cuales observe como con unos pedazos de madera y una cuerda ingeniaba una extraña trampa similar a una nasa. Con la idea en mente y sin ninguna mejor, me decidí a intentarlo. Hice una revisión en los camarotes para ver de que disponía, cuando me di cuenta de que medio barco estaba inundado por causa de una brecha gigantesca. En ese momento, me pregunté por que no me había hundido hace tiempo, tardé en darme cuenta de que el coral en el que estaba varado también me impedía naufragar.

Entendí que debía apartar la trampa de los animales cercanos ya que solo conseguiría cebarlos.
Mientras pensaba escuché un chapoteo en el camarote inundado. Por la la grieta del casco habían entrado dos peces, que al estar en un espacio pequeño me resultó fácil capturar. La curiosidad de los peces los llevaba a explorar el barco y de esta manera conseguía todos los peces que necesitaba. El problema del agua fue más fácil de solucionar gracias a un filtro que encontré en el botiquín, capaz de hacer potable la salada agua del mar.

Una vez solucionado el problema principal, que era mi subsistencia, me ocupe de buscar la  manera de escapar de este naufragio. Realicé señales de humo, escribí el símbolo SOS en la vela del barco, pero nadie me vio. Hasta que un día, por fín, divise un barquito que pasaba cerca, y con un último y desesperado intento, queme la vela y todo lo que pude, generando una gran columna de humo que consiguió llamar su atención, logrando así salir de este desierto mojado.


No hay comentarios: