sábado, 17 de marzo de 2018

"La caída de La Torre" de Álvaro Goyos



Elevando su espada infundió coraje en los pocos aliados que quedaban vivos. Había sido una ardua lucha por la defensa de La Torre, aquel lugar que por muchos años había sido el hogar de numerosos guardianes y guardianas, pero hoy no es así, hoy La Torre se había convertido en un sangriento campo de batalla, en el cual centenares de guardianes habían perecido a causa de las incontables hordas de cabales. Zabala se dispuso a continuar combatiendo, cuando en el horizonte se divisó una enorme nave de unos dos kilómetros de largo, la cual se acercó al suelo y de ella salieron dos imponentes monstruos, los cuales iban vestidos con unas armaduras de una aleación de metal y hierro, una capa roja y otra dorada y en los hombros llevaban numerosos galardones. Zabala vio claramente que se trataba del general de la flota cabal Ghaul, y de su fiel hermano el comandante. Ghaul y su hermano miraron a los pocos guardianes que quedaban vivos y con un leve movimiento del brazo ordenó matarlos. Los guardianes que quedaban no podían hacer frente a un ejército de esas magnitudes, así que con unos últimos esfuerzos por sobrevivir fueron masacrados brutalmente. Solo quedaba un superviviente, el último guardián del universo estaba allí frente a un ejército y su general.
Cogió una bocanada de aire, desenvainó su espada y se abalanzó contra todos ellos, con la única idea en la mente de vengar a todos sus compañeros asesinados. Venían de todas partes, pero con el gran control de la espada que tenía Zabala conseguía que nadie se le acercase. Ghaul cansado de ver cómo un solo hombre derrotaba a toda una legión, se acercó y le atestó un gran puñetazo que lo tiró al suelo. Partió la espada que estaba usando y le levantó del suelo agarrándolo de la cabeza, y le susurró al oído:
-Ya no queda nada, la oscuridad ha vencido, ríndete y muere en paz.
Zabala al oír aquellas palabras, un desgarrador sentimiento se aferró a él y con una expresión de enfado le grito:
-Nunca nos vencerás, la oscuridad nunca ganara, porque la luz siempre vuelve a salir.
Ghaul que todavía sujetaba con su mano el cuerpo lleno de heridas y bañado en sangre de Zabala lo zarandeó un poco y lo tiró al fondo de un acantilado mientras se reía y regresaba a la nave con su hermano para celebrar la victoria.


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