miércoles, 14 de marzo de 2018

"Aquella mujer" de Lucía Soler


Aquella mujer era de rostro sereno y a la vez dulce, su piel era pálida como la leche, su melena castaña ondeaba con la brisa, y en ella se camuflaban sus mechas rubias. Tenía labios carnosos de un color rosado y natural, sus mejillas sonrojadas, llenas de pequeñas y marrones pecas brotando de sus pómulos, y un cuerpo esbelto y bastante moldeado. Aquella joven mujer se encontraba a orillas del mar, con sus dedos rozando el agua transparente y fría, en la que se reflejaba el sol escondiéndose.
Recuerdo el primer día que la vi. Aquel ardiente atardecer, la playa vacía y ella a sus orillas. Iba caminando por la calle cuando me fijé en ella. Estuve observándola por unos minutos, pero no hizo ninguna señal que indicara que se marcharía pronto, así que comencé de nuevo a caminar. Al día siguiente volví a pasar por aquel lugar, y se repitió la misma escena del día anterior. Todos los días pasaba por allí, y todos los días veía a aquella mujer, quieta. No sabía que podría ser tan interesante e inédito como para pararse todos los días y pasarse tardes enteras observándolo. Al fin y al cabo era sólo agua y la línea del horizonte, no había nada más que observar allí. Además, yo soy una persona a la que no le gusta nada perder el tiempo, por lo que no llegaba a comprender que a una persona le gustara malgastar tardes enteras de esa manera.
Una tarde, con la intriga carcomiéndome por mi interior, decidí aventurarme. Me quité mis sandalias y comencé a caminar por la arena. No recordaba aquella extraña pero relajante sensación. Llegué a la orilla del mar y esperé a que el agua cristalina rozara mis pequeños pies. La arena, el agua, la brisa... Nunca había sentido aquella sensación de despreocupación total, aquella sensación de libertad., la sensación que nunca quería dejar de sentir. Pronto me di cuenta que no había nada interesante e inédito que observar, sino que había mil cosas que sentir. Ahora comprendía a aquella mujer. Entendí que lo bello no se encuentra en las cosas complejas ni inéditas, sino que se encuentra en las cosas más simples que puedas imaginar.

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