viernes, 4 de octubre de 2013

"Extraño en mi ventana. Parte final" de Salo Madroñal


Estaba allí, a las cuatro y media y él apareció. Cuando le vi, no podía creer lo que estaba viendo. Era Ronald, el mejor amigo del jugador de fútbol de mi clase. No era quien yo creía pero tampoco era feo, era bastante mono. Al principio estaba un poco distante, como frío, y no se mostró como el chico cariñoso y misterioso que me había enviado aquella nota en la que decía cosas muy bonitas. Cuando la hora de irme se acercaba, tuve que ser franca con él:
   -Lo siento Ronald, me pareces genial pero es que tú a mi me gustas solo como un      amigo y nada más.
De repente una sonrisa se reflejó en su cara, como si me intentase expresar alivio con disimulo, lo que me pareció bastante raro.
Era, por fin, viernes y las primeras horas de la mañana se me hicieron más amenas de lo habitual ya que no podía pensar la cara de alivio que había puesto Ronald al rechazarle y el timbre sonó. La semana más rara de mi vida había pasado y, sin saber como, el fin de semana lo sería aún mucho más.
Esa sombra extraña volvió a aparecer en mi ventana y, en cuanto la vi, salí al balcón para llamarla. Esta vez sabía que quien era y, al llamarle, no contestó. Echó a correr y, de la nada, una nueva nota apareció:
-         Siento no haber asistido a nuestro encuentro en el comedor, pero te prometo pequeña que mañana apareceré  en tu balcón de nuevo, pero esta vez a la luz del sol que tú eclipsas. Te espero, tu amado.
En cuanto leí la nota, todo cobró sentido. Ya me parecía a mi bastante raro la cara de alivio de Ronald. ÉL NO ERA. Y entonces, ¿quién era?
La hora ya llegaba, era sábado y él apareció. Recién peinado, con la cara bien lavada y un conjunto bastante mono. La distancia que nos separaba no me permitía ver con detalle quien era pero parecía una buena pieza.
Según avanzaban los minutos, más cerca de mí estaba y mejor se le veía. Llegó un punto en el que podía distinguirle perfectamente y… ¡NO ME LO PODÍA CREER!
El jugador de fútbol más guapo de mi clase estaba en frente de mí, quieto y un poco colorado. Me dio un abrazo y me pidió perdón por haber enviado a su amigo porque le daba vergüenza. Yo le disculpé y dimos un largo paseo por el parque más cercano. La verdad es que la tarde fue espectacular y tuvo el mejor final. Un beso muy dulce, tan dulce que daba la sensación de estar soñando. Después nos despedimos.
El lunes le estuve esperando y, su amigo Ronald me dijo que, hacía un par de semanas, a su padre le habían destinado y que rea probable que no le volviera a ver en dos años. También me contó que su última tarde aquí la pasó conmigo y le comentó que había sido la más especial de su vida.

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