Empiezo a leer las cartas que me dejaste aquel 28 de febrero.
Un día enmarcable en mi vida.
Cartas y una rosa Blanca
47 cartas encima de mi cama, 47 silencios.
Esperé tanto
que mi reloj no marcaba la hora exacta
ni los minutos ni los segundos fueron contados.
Tan solo esperé y esperé para solo 47 cartas y ninguna presencia.
Nadie estaba allí.
Estaba yo sola entre todas esas cartas sin nadie que las leyera por mí.
Leí sin hablar, mi corazón quería que fuese así y así fue.
Terminé de leer aquellas.
Aquellas que prometían amor eterno.
Que creían en los te quieros y en los hasta siempre.
En blanco como la rosa que iba acompañada de esas cartas.
Y seguía sin decir ni una sola palabra.
Tan solo calleron gotas de mis lagrimosas pupilas.
Llovía fuerte en la habitación.
Un mar de lágrimas
un océano de mentiras.
Un sin fin de emociones.
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