Cierto día, estaba con Rose en mi habitación del
edificio. De pronto escuchamos un alboroto en el pasillo. Parecía como si
alguien estuviera corriendo con desesperación y otra persona había dejado
escapar un chillido de verdadero horror. Salimos de la habitación y caminamos
con precaución. El pasillo estaba vacío. Ni un alma ¿A qué se debía el ruido?
Fuimos al despacho provisional de Sarah. Al llegar al
umbral de la puerta, Rose ahogó un grito y yo fui incapaz de reaccionar. En el
despacho de Sarah, había tres personas: ella, que sostenía una pistola; un
joven del campamento tendido en el suelo y sobre un charco de sangre y un
hombre de mediana edad, con una mirada un tanto psicótica. También portaba un
arma.
Al vernos llegar ambos nos miraron, Sarah con lástima
y el extraño con un gesto macabro de alegría.
-Los mantenías bien escondidos, ¿no, Sarah?
Ella no contestó. Se limitó a sujetar con más fuerza
el arma y a seguir apuntando al desconocido.
-Aléjese de ellos.
Él la ignoró y se centró en nosotros.
-Los excepcionales… ¿Sabéis por qué?
No respondimos. Aquel hombre resultaba inquietante.
-Bueno, me presentaré. Soy Malcolm Pierce, algo así
como el Primer Ministro, aunque en estos tiempos que corren, quién sabe. Y
vosotros -dijo, señalándonos-, sois los excepcionales. Las personas que no
pueden ser controladas por nuestras máquinas. Vosotros, sois los únicos humanos
capaces de ocultar secretos y…
Sarah le golpeó con la pistola y se abalanzó sobre él,
mientras nos ordenaba que corriésemos. Me supo muy mal dejarla, pero si nos
decía que huyéramos, era porque había un buen motivo.
En el exterior, también estaba sumido en el caos. Había
militares armados y gente asustada y corriendo de un lado a otro. No obstante,
entre aquel alboroto, Rose y yo, pudimos encontrar a Catherine. Tenía una
pequeña herida en la cabeza y parecía cansada. Aun así, fue capaz de ponernos
al corriente de lo ocurrido: Malcolm había traído a su propio ejército con el
fin de encontrar a los excepcionales que se ocultaban allí. Afortunadamente,
Sarah tenía un plan de emergencia para esas situaciones. Había varios camiones
en los límites del campamento que nos podrían llevar al norte, a otro
escondite.
No hay comentarios:
Publicar un comentario