Es, por lo menos, realmente extraño que un director como Lasse Hallström (Filmografía/) se haya decantado por una historia como la de Hachiko, pues está a años luz de películas suyas como Casanova, Las normas de la casa de la sidra o Chocolat. Quizás el empeño del productor y protagonista de la cinta, Richard Gere, fuese el causante de su decisión. Y después de haber visto y disfrutado con esta melancólica y altamente lacrimógena historia, no podemos más que felicitar a Gere por tan acertada decisión.
Hallström dirige con un clasicismo que parecía ya olvidado y hace que el filme, pese a sus carencias en una primera parte previsible y, has cierto punto, edulcorada en exceso, sobresalga de la media de películas de tono familiar a lo Disney. Pero es a partir del suceso dramático que marca el devenir de los posteriores acontecimientos cuando Hallström da rienda suelta a su pasión por el cine, en un extenso epílogo del que resulta muy difícil, por no decir imposible, no enamorarse. Es una parte final llena de momentos emotivos como pocas veces se han visto en una pantalla. El perro protagonista y su tragedia se convierten entonces en nuestra historia. El espectador, al menos el que suscribe, sufre y siente como propio el dolor de este animal que es símbolo de la amistad y la fidelidad.
- Lo mejor: el epílogo.
- Lo peor: ciertas dosis excesivas de azúcar.
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