lunes, 13 de mayo de 2019

"Un sufrimiento que aún disfrutáis" de Ángela Amelibia


No consigo recapitular la despedida con mi madre, me separaron de ella poco después de nacer. Mientras me asenté varias semanas en una jaula con un tamaño reducido al mío.
Ya adulta, un día desperté aturdida en un pequeño cuarto gris, con una sola puerta y manchas de sangre por todas las paredes y el suelo. Al intentar moverme siento un fuerte dolor en las costillas, esta amoratado. A mi derecha en la arrinconada esquina vi a un compañero tumbado en el frío suelo y rodeado de un charco denso y rojo. Me acerqué como puede y vi que tenía una larga y profunda raja entorno al cuello. Después, me levanté e intenté salir de ahí, pero la puerta estaba cerrada. Minutos después, se escucharon pasos acercándose rápidamente y el chirrido espantoso del pomo de la puerta mientras pivotaba a la izquierda. Accedió al interior del cuarto y no hizo nada por mi compañero solo miro con mala cara y me agarró. Luego me ató y tiró de mí, me resistía sabía que no me esperaba nada bueno tras la puerta, y llena de agobio y ansiedad me disparo en la frente con una sustancia que me mareo, pero no lo suficiente, era como si quisiera verme sufrir solo con mirarme. Me desplazó a través de un corredor con barras frías de metal a los lados y en el cual al final me engancharon del pie y me colgaron boca a bajo como si fuera un saco. La máquina que sostenía el gancho provocó el movimiento que me transportó a otra sala con un olor muy fuerte a muerte y encharcada de sangre. Aun consciente se acercó a mi con una sonrisa en la cara y comenzó a cortarme las patas. Me desangraba y hacía ruidos de dolor, pero nada, la maquina seguía moviéndose.
Aun viva resigno de dolor y con los ojos entreabiertos y con mi ultimo aliento, vi como una larga y afilada hoja de hierro pasó atravesando mi cuello. Pero todos preferimos estar muertos antes q pasar por esto.


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