miércoles, 21 de febrero de 2018

"Àznol" de Manuel Rodríguez


Los altos hombres del norte, la mayoría de rostro triste y expresión cansada, avanzaban sin descanso hasta su destino, la colina más elevada del vado del Àznol, un río de gran caudal que nacía en las raíces mismas de las montañas. Algunos traían largas lanzas, otros llevaban enormes escudos y uno de ellos, sólo uno de ellos, portaba un estandarte en el que se podía distinguir la figura de un pájaro. Por el lado contrario, llegaban algunos jinetes arqueros dispuestos para la batalla, cubiertos por unas aparatosas mantas color crema, seguramente destinadas al camuflaje en el desierto, lo que les serviría de realmente poco en ese ambiente de frío y viento huracanado. No obstante, algunos intentaban poner tiendas y otros incluso pretendían encender hogueras, sin resultado alguno. Ambos bandos, aliados durante largo tiempo atrás y también en esta guerra, se preparaban para lo que probablemente sería el fin de muchos de ellos: la guerra contra Ellas. Nadie se atrevía a decir su nombre. Eran criaturas misteriosas, de origen incierto, que salían de las cuevas más oscuras y profundas de las montañas. El líder de los hombres, conocido como Rásalar, ya había presenciado una batalla contra estas criaturas en la que perdió, en otras cosas, a su padre, Mésalar el Alto, y a su abuelo, Rey eterno de la gente libre.

Rásalar veía la muerte acercarse cuando se acercaban Ellas. Tenía miedo y sentía que solo un milagro podía salvarle, pero no quería transmitirles esas sensaciones a sus tropas, inconscientes del peligro que se aproximaba. La batalla se preveía para dos días más adelante, pero estas infames criaturas habían acelerado el ritmo para pillarles por sorpresa, y lo habían conseguido. Los hombres esperaban refuerzos del este, unos dos mil guerreros más, pero tardarían en llegar debido a las malas condiciones meteorológicas.

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