Llega un día en el
que simplemente ya no esperas ese mensaje, esa llamada o esa sonrisa que se
dibujaba al ver aquella notificación. Esa esperanza de que se iba a acordar se
va, como las pequeñas conchas en la orilla arrastradas al fondo por las
incansables olas y no duele. No lo hace porque no es una sensación forzada,
simplemente se esfuma esa pequeña esperanza de que volverán esas palabras que
tu leías como poesía y para él eran simple garabatos.
Vil mentiroso,
creador de mis más bellas y tiernas fantasías del que pensé creador de mi gran
quizás, aquel que removería cielo y tierra por ver una pequeña sonrisa. Llegué
a perdonar las más burdas mentiras y engaños con la firme convicción de un
pobre enamorado y es que los puñales más dolorosos son los recibidos por aquel
del que nunca pensaste que te podría hacer daño y es que, he ahí nuestro gran
fallo.
Cuando eres capaz de
volcar parte de tu alma en otra persona, de sentir que sois el uno para el
otro, cuando de verdad te permites confiar, es ahí cuando tus sentimientos y
decisiones enamoradizas se vuelven en tu contra para demostrarte la cruda
realidad; por muchos recuerdos y sentimientos que haya encontrados, por mucho
que hayas volcado tu alma y corazón en aquello que no sé si se puede denominar
amor.
Las personas nos
cansamos, antes o después siempre hay una fecha de caducidad. Nos cansamos de
una realidad que sabemos que no es verdadera, pero lo intentamos, al menos la
mayoría, intentamos seguir con el paripé de los enamorados felices al que todo
el mundo aspira a llegar. Para luego acabar con un corazón roto y mil lágrimas
en los ojos.
Rómpele el corazón a
un escritor y hará de ti su mejor novela, imagina si me lo has roto que;
querido mío, eres mi obra maestra.
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