Las cosas bonitas de la vida
suelen describirse como algo perfecto, frágil y complicado. Cuando
verdaderamente son cosas sencillas, sin ataduras y gráciles.
Las cosas bonitas son como tú;
como yo. Son bonitas por su forma, sencilla y al natural, que de complejas no
tienen nada.
Las cosas bonitas son la
primera mirada de una madre hacia su bebé recién nacido, las sonrisas cómplices
de dos personas con ganas de amar y ser amados, y, ante todo, la cosa más
bonita que he visto eres tú, lo sé, muy cliché, muy clásico, muy obvio que eras
tú.
Pero, como no ibas a ser tú, si
eres el que roba mis pensamientos y sonrisas, el que secuestra mi cordura y el
que, ante todo y todos, amo con locura.
Con una locura que ni mil de
los mejores psicólogos puede curar, y es que; cariño mío; uno de mis mejores
defectos es que estoy loca de atar.
Quién me manda a mí, ir y enamorarme de ti;
haciendo caso omiso a todas las señales y alertas: “te va a dejar destrozada”,
“te va a hacer ruinas”, pero a veces, para volver a armarnos y amarnos
necesitamos nuestras ruinas.
Ven, explota, grita, destruye
Dime una y mil veces lo mucho
que me quieres para después, olvidarme, dime que soy tu ahora y tu presente,
pero no tu futuro. Ven, dímelo, no pares, al fin y al cabo, las cosas más
bonitas de la vida son aquellas que siempre nos van a doler más.