La mayor parte de los días eran iguales. Aburridas clases de
defensa personal, muchas tareas comunitarias, pocas horas de sueño y una
alimentación bastante modesta. Por suerte no todo eran desgracias, estaban Rose
y su prima Catherine, a la que conocí poco después. Catherine era, al contrario
que Rose, increíblemente extrovertida y con un carácter único. No se cortaba ni
un pelo en decir las cosas. Así que, por lo general, era una nueva vida
llevadera.
No obstante, conforme pasaban los días, la presencia de Rose
me hacía sentirme inseguro. Mis palabras eran torpes y mi corazón se desbocaba
cada vez que me daba la mano. Intentaba mostrarme normal, pero era algo
imposible. ¿Qué me pasaba? Esa era una pregunta que me torturaba. Cada vez que
miraba a Rose, pensaba: “Solo somos amigos”. Pero cuanto más me decía eso,
menos me lo creía.
Lo curioso fue que no solo yo estaba al tanto de mi
inseguridad. Catherine también se dio cuenta. Cierto día me lo dijo, no
recuerdo las palabras exactas, pero fueron directas. Entonces, se produjo un
incómodo silencio entre los dos, hasta que añadió: “Por suerte lo que sientes
es algo correspondido.” Me quedé mirándola, sin creérmelo del todo.
“Eso… es imposible, -me decía mentalmente- yo no soy la clase
de chico del que se enamoran las chicas y menos, las guapas. ¡Ni siquiera soy
de los del montón, yo estoy por debajo! ¿Qué tengo de especial? Por otro lado,
tampoco creo que Catherine me esté mintiendo.”
De todas formas, Catherine me pido que hablara con su prima.
Y me convenció. Esa misma noche, Catherine nos dejó asolas a los dos. Dimos un
paso por los alrededores del campamento, llegamos a un claro, nos detuvimos y
contemplamos las estrellas. Miramos al cielo hasta que ya no puede soportar más
el secreto y se lo dije absolutamente todo. Le revelé mis sentimientos. Ella no
mi interrumpió, se limitó a escucharme y a sonreír. Cuando terminé, empezó a
surgir un incómodo silencio, que terminó con el roce de sus labios junto a los
míos. Aquello era la respuesta que necesitaba, el sinónimo de otras noches así
(y mejores) y el inicio de una historia común.
Por desgracia, cada principio viene acompañado por un final y
el de la historia que acabábamos de empezar Rose y yo, estaba demasiado cerca,
más de lo que ninguno de los dos imaginábamos y deseábamos. El tiempo empezó a
correr en nuestra contra.
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