miércoles, 9 de febrero de 2011

"La papelera 3" de Coral Rivas

Aun conservaba el cuerpo de mi amada, todavía se podían notar los rasgos de su bello rostro, ya la echaba de menos, intente dormir pero no pude. Cuando amaneció me senté en la puerta de mi ‘’hogar’’ a mirar el paisaje, notaba algo raro me faltaba algo, oí una ligera voz que venía de mi espalda, empujé la puerta y vi un rotulador rojo. No recordaba haberlo visto nunca, ni haberlo dejado ahí, me llamaba a cogerlo y así lo hice. Una vez en mi mano pude ver el cuerpo de mi amada y le repasé su sonrisa constante con aquel rotulador, me sentí mejor, pero seguía faltándome algo… sus ojos azules… Busqué por toda mi caseta y no encontré nada con lo que dibujarle a mi amada sus ojos azules, me seguía sintiendo solo, muy solo así que le pinte unos fogosos ojos rojos. Esa noche al dormir me sentí muy raro, algo siniestro estaba acechando a mi alrededor… abracé fuerte a mi amada, ella también parecía abrazarme, pero demasiado fuerte, no le di importancia, sabía que me amaba al igual que yo a ella. A la mañana siguiente cuando me desperté mi amada no estaba, era extraño, ella no puede moverse sola ¿Dónde podría haber ido? Salí a dar una vuelta, y a buscar un trabajo, el que fuese, necesitaba comer bien, no esa comida que mi amada me preparaba… fui al centro mi ciudad y encontré un cartel en una puerta, y entré a preguntar. Me dieron el trabajo sin problemas e incluso una bonita pala lo malo e que tenía que trabajar de noche y eso a mi amada no le iba a gustar. Cuando llegué a mi casa mi amada estaba encima de mi cama, le había cambiado la cara, parecía otra, no hacía otra cose que mirarme con esos brillantes ojos rojos, como si quisiera algo. No le di importancia, le conté lo de mi nuevo trabajo y me sorprendió la expresión de su cara, ceño fruncido y una amplia sonrisa, parecía casi diabólica, no le pareció mal lo de que trabajase de noche así que me quedé tranquilo.


Fui a mi trabajo, era mi primer día, estaba nervioso, había una luna llena preciosa, perfecta para alumbrarme en mi trabajo. Cuando llegué un señor muy amable, aunque un poco raro me dio mi brillante pala, un mono de trabajo y una palmadita en la espalda.

Mi trabajo es fácil, solo tengo que cavar un hoyo cuadrado y después de haberlo cavado, meten el ataúd y yo lo entierro, ¡y me pagan por eso! Al volver a mi casa mi amada estaba hablando sola, no entendía mucho lo que decía, estaba hablándole al espejo, decía un nombre, pero no logré oír cual era. Cuando entré ella me miró como con recelo, le dije que me habían pagado 800 euros por trabajar una noche y me fui a dormir, cogí a mi amada y la tumbé conmigo en mi cama, estaba rara, la toqué suavemente la cara y me quemé la mano, no me lo podía creer, era como si ya no me amase, me puse mirando para el otro lado de la cama y me puse a dormir. Al día siguiente me fui a comprar algo de comer y lo metí en mi nevera. Poco a poco fui dejando mi caseta cada vez más bonita, tenía una vida maravillosa, pero cada vez mi amada estaba más rara. Desde que la repasé la cara, es otra…

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