En la fría noche…
Nieva. Hace frío. Pequeñas luces destellan desde el suelo. Grandiosas estrellas brillan en los cielos. La silueta del viento guía mi camino. Motas se desprenden de mi cuerpo helado y cristalino.
Bajo hacia el este. Donde las montañas compiten con sus nevados picos. Donde el agua descansa en los árboles como gotas de rocío. Cabañas que alumbraban la tempestad, animales encogidos y dormidos. Pequeñas velas, que lucen para ayudar a los caminantes en su camino.
La brisa hace mover las aguas del río, aguas que suenan silenciosas entre el paisaje.
Paso montes, montañas y senderos. Y siento algo… ¿Qué será? ...
Quizás sea que me acerco al calor…Lo dudo.
Quizás sea el viento que me empuja…Lo dudo una vez más.
Es algo. Algo distinto. Pronto lo sabré.
Vuelvo a elevarme, como si alas me empujasen. Vuelvo a mirar desde lo alto. Millones de copos como yo misma vuelan ami lado. Veo luces. Luces en el horizonte. Edificios, casas castillos…Todos ellos transmitían vida. Vida y algo más.
Y cuando me acerqué vi entonces millones. ¡Millones de cosas a mi alrededor! Incluso se notaba calidez, una calidez indescriptible.
Recorrí poco a poco mi recorrido.
Una mujer miraba hacia el cielo y parecía llorar. Sus lágrimas se las llevaba el aire. Estas parecían brillar más que cualquier cosa. Más que nadie.
Ventanas ocupadas por personas que miraban con sus ojos llenos de ilusión.
¡Ilusión! , eso es lo que se respiraba.
Pasé calles campos y callejas. Las luces iluminaban cada vez más. Sentía que me derretía, pero aún así me sentía bien. Me sentía feliz.
Vi como los niños corrían. Muchos jugaban, cantaban algunos, y otros sólo miraban.
Mendigos que se acurrucaban, a los cuales la nostalgia abundaba. Mientras los ricos por las calles se paseaban. Derrochaban dinero, pero con una sonrisa de bondad en sus caras.
Familias que se cojían de las manos para estar siempre unidas. Sin importar lo que les quede. Sin importar lo que pueda pasar.
Vi abrazos, besos, lágrimas y alegría. No sabía qué era todo aquello. Pero era algo más que una oscura noche. Una noche fría.
Aún así, no me quedaba mucho. Era ya pequeña y en el alto cielo ya no estaba.
Antes de caer pude llegar a un sitio grandioso. Lo que parecía una plaza. En su centro se iluminaba un gran abeto. Sus colores daban vida a él y a los ojos de los demás.
Sonaban campanas, gritos alegres y campanillas.
Ahora se respiraba amor. Puro amor.
Yo sólo caí. Caí y me posé sobre lo que parecía la pequeña escultura de un bebé entre pajas. Un bebé al que observaba su madre. Los dos tenían un halo construido en sus cabezas.
Y bajo estos, sus ojos de piedra. Ojos que me hicieron comprender algo.
“Es bonito ver como disfrutan del dinero, los regalos o un lugar nevado, pero más aún la ilusión, el saber que tienen a personas a su lado.”
En aquella frase me derretí. Me derretí y pude mirar al cielo, ahora despejado. En el cual una estrella brillante y fugaz vi pasar.
Me desveló el misterio de esta noche y pude decir:
“Es Navidad”
** MaRíA**
1 comentario:
Nunca dejes de escribir. Cuando se tiene talento esa fuente no se agota.
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