Las nubes cambian constantemente. A veces nos
muestran perritos esponjosos, dragones enfurecidos o castillos increíbles. La
niña que miraba por la ventana lo sabía muy bien. Se encontraba en una antigua
casa de la sierra en medio del campo, porque sus médicos le habían recomendado
que respirara aire lo más limpio posible. Tenía los pulmones muy débiles, y a
menudo sufría ataques de tos y espasmos incontrolables. No solía hablar mucho,
ya que le costaba y se cansaba enseguida. Ella solía mirar las nubes
transportadas por el viento para escapar de su triste realidad. No tenía
amigos, pero a ella le bastaba con imaginárselos en las nubes. Acostumbraba a
pasarse el día frente a la ventana de su habitación imaginando historias y
soñando con que en algún momento, ella también pudiese formar parte de ello.
Un día
fue peor que el resto, la niña no había podido levantarse de la cama, y el
cielo estaba encapotado, con lo cual todos sus amigos no fueron a visitarla
aquella vez. Cuando sus padres salieron de la habitación, haciendo un esfuerzo
superior a sus fuerzas, intentó levantarse, casi al mismo tiempo un ataque de
tos la sacudió entera. Respirando trabajosamente se acercó a la ventana y su
reflejo la devolvió la mirada, una mirada llena de tristeza y pesar. Oía a sus
padres discutir, y ella se entristeció aún más, culpándose de ello. Salió de la
casa mientras las lágrimas desbordaban sus ojos, y lloró mientras iba a ninguna
parte. Encontró un sauce llorón y se tumbó en sus raíces. Lo último que vio
antes de que la oscuridad la envolviese como un cálido abrazo, fueron las nubes
haciendo remolinos sobre su cabeza.
Cuando abrió los ojos, sorprendida, se dio cuenta de que estaba rodeada
del blanco resplandor de las nubes y frente a ella, todos los amigos con los
que había soñado estar. Y la niña jugó, corrió y rió como nunca antes había
podido hacerlo. Una sonrisa iluminaba su rostro, ajena a lo que ocurría
en el otro lado. Ajena a unos padres que abrazaban
desconsolados el cuerpo inerte de su hija bajo un sauce. Ajena a las lágrimas
que se mezclaban con la lluvia y a los sollozos ahogados por los truenos.
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