Aquel iba a
ser un fin de semana para descansar de folios, libros y apuntes que los habían
tenido atrapados esos últimos días de evaluación. Por fin escaparían de una rutina intensa y aplastante. Kaneki, Alan
y Dan instalaron la tienda de campaña y decidieron conocer los alrededores de
aquel paisaje lleno de vegetación y espesura. Alan, que había sido scout,
reconocía alguna que otra señal del paso de excursionistas por allí, por ello
decidieron seguir los pequeños montículos de cantos que les indicaban una ruta.
Aquello parecía prometedor, quizá el camino hacia una aventura. El canto
insistente de un pájaro los hizo salirse de su trayecto y los atrajo hacia un
árbol especialmente frondoso; era un lugar idóneo para descansar y beber agua.
Al tumbarse en la hierba, Dan se fijó en las ramas que apuntaban al cielo
soleado y se sorprendió al ver algo colgado de una rama. Era una mochila
desgastada por la luz y el tiempo, que parecía esperarlos allí desde hacía
mucho tiempo.
Alan, ayudado por sus amigos,
logró descolgarla y se abalanzaron sobre ella presos de curiosidad. Dentro
hallaron objetos de un montañero y, entre ellos, destacaba un viejo libro con
cubierta y papel antiguos, cuyo título era La montaña maldita. Como el
día ya declinaba, iniciaron la vuelta al campamento con la idea única de leer
el libro al calor de la hoguera.
Tras la cena, Kaneki, que era
gran amante de la literatura, decidió leerles la historia en alto. Se
desarrollaba en un paraje oscuro, envuelto en misterio y sombras como aquellas
que los rodeaban esa noche. Conforme avanzaban las líneas del libro se sentían
más y más cautivados por la trama en la que los tres protagonistas del relato
vivían una noche interminable perseguidos por una bestia en medio de las
sombras entre rocas y árboles. Los sonidos nocturnos que el libro describía
eran semejantes a los que sonaban en las inmediaciones de la hoguera, por ello
les invadió el miedo, pero no podían parar de leer. Cuanto más se adentraban en
la historia, más se parecían los ruidos, las sombras y las sensaciones a las
que percibían alrededor. Los protagonistas del libro, huían de unos gruñidos
que les pisaban los talones y aunque apuntaban con sus linternas en todas
direcciones, no lograban ver ninguna presencia. Siempre habían oído hablar de
“la criatura” de la montaña y se habían reído, pero esa noche iba a cambiar sus
vidas para siempre. Kaneki, Alan y Dan se sentían sobrecogidos por el misterio
de la historia, atrapados en el mismo miedo que los protagonistas y presos del
pánico, oyeron pasos más allá de las sombras que proyectaba la hoguera. Eran
pesados y lentos, acompañados de una respiración casi ahogada y agobiante. Dan,
cogió un palo y lo encendió, decidido a alumbrar la zona de donde provenían; sus
amigos lo siguieron con linternas sin soltar el libro porque ya no se podían
separar de él.
Continuara…
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