Él, simplemente él. El chico
de ojos verdes, el chico de 1´85 cm de altura. El que me mira en esa esquina.
Esa persona que se está
fijando en mí, yo una chica de veinte años de edad, que está sentada en aquel
banco de la puerta del Sol de Madrid. Normalmente suele estar a rebosar de
gente comprando o algún turista. ¡Pero no! Hoy solo estamos ese chico y yo.
Se fue acercando poco a poco,
y me fui fijando un poco más en él. Parecía más mayor que yo. Llevaba el pelo
corto, unos vaqueros y una sudadera grisácea. Me empezó a sonreír, tenía una
bonita sonrisa, la verdad. Se sentó a mi lado y empezamos a hablar. Se llamaba
Lucas; tenía veintisiete años y era de Sevilla. Era muy simpático y a la vez un
tanto mascarilla, pero la verdad es que me lo pasé muy bien hablando con él.
Nos dimos los números de
teléfono para seguir hablando y conociéndonos un poco más. Me invitó a salir,
mejor dicho, me invitó a cenar. Me llevó a un sitio muy bonito y un tanto
romántico. Lucas se vistió muy elegante aquella noche. Yo también, me puse un
largo vestido azul. Esa noche me besó y me pidió salir. Yo, muy asustada, me
fui corriendo, no le contesté y creo que él se lo tomó un poco mal.
Ahora no hablamos y eso me
desagrada. Yo, la verdad, no quería salir con él, tan solo quería que fue
mi amigo.
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