Entre
aquellos guerreros se encontraba el joven Cedium, que no era precisamente un
buen luchador, pero se había visto obligado a acudir a la guerra. En su familia
todos se dedicaban a los zapatos, excepto él y sus dos hermanos mayores, Zaz y
Meldo, que también habían ido a la guerra, aunque sólo Zaz quería luchar.
En
ese momento, estaban los tres metidos en una pequeña cueva junto a muchos
soldados más. Allí no hacía demasiado frío, pero se notaba un ambiente húmedo y
el sonido del viento rebotaba en las paredes.
-Señor,
todavía no han vuelto los espías, salieron ayer por la tarde.-
-No
podemos retrasarnos más, tenemos que arriesgarnos.- Dijo, en tono cortante, el
capitán. -¡Prepara a los soldados, partimos en menos de una hora!-
Todos
los que habían escuchado la conversación se pusieron al momento de pie y
comenzaron a recoger sus bolsas. Cedium cogió su arco, heredado de su padre, y
se colocó en una fila, detrás del inmenso escudo de Meldo.
Cuando
todos estuvieron listos, empezaron a caminar por el estrecho camino de la
montaña, muy pegados a la pared. Esa noche, Cedium había visto a cuatro hombres
huir del campamento, y no le extrañaba que se hubieran ido unos pocos más. Cada
vez le costaba más mover sus empapadas piernas, no soportaba las rozaduras de
sus botas y la fila avanzaba cada vez más despacio. Entonces, se le ocurrió un
idea que le iluminó el rostro de felicidad: esa noche abandonaría su puesto y
se iría de allí con sus hermanos. Se lo susurró a Meldo al oído y él, que ya lo
había pensado antes, asintió con la cabeza. En cambio, Zaz, que se sentía el
más fuerte y el más valiente de los tres, se negó a traicionar a sus
compañeros:
-Cuando
lleguéis a casa, nuestro padre os castigará y os obligará a volver-
-¡Venga
ya! ¿Eso es lo que te asusta? Nuestro padre no se acuerda ni de lo que ha
desayunado, ¡seguro que cuando lleguemos ni siquiera nos reconoce!- Contestó
Meldo, ofendido.
-No
os reconocerá a vosotros, de mí seguro que se acuerda, nunca olvidará cómo le
salvé la vida de aquel enorme pájaro endiablado que…
-¡Vale!
Si tú prefieres quedarte, te quedas, nosotros nos largamos esta noche- Repuso
Meldo, más enfadado aún.
-¿Y
cómo pensáis marcharos? El campamento estará vigilado.-
-Eso
no nos supondrá ningún problema, en absoluto.-
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