Todo
había cambiado mucho desde que esos seres llegaron, pensó mientras preparaba el
desayuno, nadie sabía exactamente como ni cuando llegaron a la Tierra, lo único
que Ibis sabía es que eran peligrosos y que se habían llevado a sus padres
nadie sabe cuando. Una de las muchas cosas malas que tenían los oscuros (como
Ibis había decidido llamarles) era que cuando mataban a alguien, nadie se
acordaba de ellos, solo que existieron. Ibis no podía recordar el aspecto de
sus padres, (aunque ella siempre había querido pensar que se parecía a su madre
con su pelo caoba y sus ojos marrones verdoso, nada parecidos al pelo negro y
los ojos azules de sus hermanos Philomena e Intuintus que eran gemelos), ni su
carácter, ni siquiera como se llamaban, solo recordaba que en algún momento los
había tenido. El sonido de unos pequeños pasos detrás suyo la devolvió a la
realidad. Intu y Philo estaban despiertos y la miraban con cara de sueño.
-
Buenos días Ibis-dijo la melódica voz de su hermano Intu- ¿Ya está el desayuno?
-Sí,
¿teneis hambre?
-Mucha-
dijo Philo con su vocecita aguda.
-Pues
a comer.
Los
niños se sentaron en la mesa e Ibis les sirvió una manzana a cada uno. Mietras
todos comían sus respectivas manzanas un grito rompió el silencio. Ibis salió
corriendo hacia la puerta. - Niños, meteos en vuestra habitación, no hagais
ruido- dijo Ibis en un susurro. El asentimiento de los niños la dió a entender
que la estaban escuchando y corrieron hacia su habitación. Ibis cogió su
ballesta y abrió la puerta. A unos pasos de la puerta de la cabaña había un
niño, más o menos la misma edad que ella, 16 años, arrastrandose por el suelo.
-¡Ayuda! Por favor- Ibis levantó su ballesta hacia el chico.-Dime que estas haciendo
aquí y a lo mejor tendré piedad con tigo- dijo Ibis con una mirada amenazante.
-Por
favor no dispares, se han llevado a mi hermano, y casi me llevan a mi con él,
dejame pasar, si me encuentran así me matarán como hicieron con él, solo te
pido quedarme unos días para recuperarme y luego me iré, no se a donde pero me
iré- el niño levantó la cabeza e Ibis pudo ver sus dos ojos verdes mirandola
con piedad. Detrás del niño aparecieron dos oscuros, eran negros completamente
y flotaban como fantasmas, no tenían ojos, ni boca lo que hizo que Ibis se
preguntasé por donde comían a sus presas. Cogió su ballesta y empezó a disparar
a todas partes pero no hacía efecto, Ibis corrió hacia el niño, lo cogió por
los brazos y lo metió dentro de la cabaña, arrastrándolo y cuando llegó cerró
la puerta. Sabía que los oscuros no podrían entrar por un hechizo que un
hechicero hizo a la cabaña.- Vale, dime ahora quien eres y por qué te estaban
persiguiendo- dijo Ibis con el corazón a cien.
-Mi
hermano y yo ibamos a la casa de un hechicero que vive en este bosque, se como
hacer que el mundo vuelva a ser como antes.
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