miércoles, 1 de abril de 2020

"Todo saldrá bien" de Alejandra García

Me encuentro en estos días en los que no sabes muy bien qué va a pasar, en los que vives desde que te levantas hasta que te acuestas, con esa pequeña incertidumbre que es señal de algo, de algo que no sabes. En esos días en los que ahora piensas que todo saldrá bien y que ya ves un destello al final del túnel y a los 5 minutos piensas que esto no acaba nunca. En estos días en los que te sientes lejos de tus familiares y amigos pero a la vez piensas que cuando salgas de esta, les abrazarás más fuerte que nunca. En estos días en los que te acuerdas de aquellos días que dijiste: ojalá pasar un día entero en casa, pero ahora lo único que pasa por tu cabeza es: ojalá salir ahí fuera sin miedo.

Creo que estos días nos están dando una oportunidad para parar y reflexionar. Te das cuenta de que de esta vamos a salir con un golpe en la frente pero con una lección aprendida. Creo que esta lección para mí es aprender a valorar porque llega un punto en el que todo puede desaparecer. Todo nos parecía imposible, hasta que tras un abrir y cerrar de ojos todo se nos vino encima y ahora míranos, día tras día, las 24 horas del día encerrados en casa por ese maligno virus que poco a poco se está haciendo con nosotros. Ese virus que nos hace ver a gente desaparecer de nuestra vida desafortunadamente. Ese virus que nos hace darnos cuenta de lo que vale un beso o un abrazo. Ese virus que hace darse cuenta de que convivimos con verdaderos héroes a nuestro lado, no hablo de cualquier héroe con capa sino de esas personas que realmente están dando la cara a ese virus en hospitales, supermercados, ayudantes en residencias y cuerpos de seguridad.

Echo de menos a mis amigos y sus tonterías, a mi familia y los abrazos…en fin, echo de menos tantas cosas…cosas que creí que nunca me iban a faltar. Cosas que creí que estaba valorando pero llegados a este punto me doy cuenta de que no.

A pesar de todo, estoy segura de que esto pasará, y que se nos quitarán los malos pensamientos que antes se nos ponían en contra y finalmente podremos pasar página y olvidarnos de este virus. Estoy segura de que dentro de un tiempo veremos más que un destello al final del túnel.


lunes, 27 de enero de 2020

"Ojos de hielo" de Lucía González


Cuando la conocí, algo en sus ojos llamó mi atención. Eran fríos, pero en ellos brillaba una pequeña llama, escondida detrás de la muralla que representaban aquellos dos ojos miel. Tenía que haber alguna manera de devolverle el calor, del que estoy segura, había gozado aquella mirada tiempo atrás.
Con el paso de los meses, esos ojos cambiaban constantemente, generalmente eran fríos como el día que los observé por primera vez, pero había ocasiones que, durante unos segundos, el brillo volvía, intenso, gritando para que alguien se fijara en él y acabara con el reino helado que se le había impuesto.
Tenía que haber una llave capaz de abrir esa helada cerradura, y así era, la encontré cuando menos la esperaba, era una pequeña llave oxidada escondida entre los libros de aquella imponente estantería que reinaba en el piso. Cuando tomé la pequeña llave un torrente de emociones invadió completamente mi ser, recuerdos de algo hermoso destruidos por una oleada de dolor, de ese tipo de dolor que te hace querer gritar, del que hace que un millón de lágrimas recorran libres tus ojos, bajando por las mejillas perdiéndose por el cuello.
¿era esto el responsable del reino helado de aquella mirada? Obtuve mi respuesta por su expresión cuando vio la llave en mi mano, una mezcla de miedo, alegría, vulnerabilidad y enfado surcó ese hermoso rostro al que yo adoraba mirar.
Desde ese instante nos prometí a ambos cuidar aquella llave como merecía ser cuidada, poco a poco la calidez se volvió la característica principal de ella. Sus gestos, antes tensos, ahora eran una agradable brisa de verano y su sonrisa, esa sonrisa, iluminaba cualquier estancia.
Nunca más me separé de esa llave, sigue oxidada, pero tengo la sensación de que es un óxido del tiempo, de las sensaciones, de lo vivido. La llave cuelga de mi cuello atada con un pequeño hilo de terciopelo rojo, recordándome con su frío tacto mi promesa.