Me levanté de la cama, con esperanza de superar otro nuevo día de colegio.
Era martes, hacia frío. Estaba bajando las escaleras para ir a desayunar cuando me acordé de que esa misma mañana tenía que asistir al examen de historia. No había estudiado nada y no tenía tiempo para darle un pequeño repaso.
Bajé, desayuné y salí corriendo hacia el colegio. Tan sólo se encontraba a una manzana de mi calle. Llegué rápido para el examen. Lo hice con mucha inseguridad. Lo terminé, se lo entregué al profesor y me dirigí de vuelta a casa.
A la mañana siguiente, nuestro profesor nos dio las notas. Como era obvio, suspendí. Me sentí muy mal conmigo mismo, pero lo peor iba a ser contárselo a mi madre.