Querido diario (si no eres mi diario ya puedes dejar de leer porque lo que vas a encontrar aquí es contenido altamente dañino para cotillas, si eres tú mamá, ¿qué haces leyendo mi diario, eh? Ahora mismo acabo de enviar a un grupo de mercenarios para que os hagan cosquillas y aprendáis vuestra lección. Juajuajua.)
A lo que iba, querido diario me llamo Georgia, sí, ya sé, no es un nombre común como: Sara, Sofía, Ana, Alba… O yo que sé, pero es original y me gusta. Tengo once años, la edad en la que me entra el pavo, según mamá. (Última advertencia para madres cotillas: mamá si has superado el ataque de cosquillas, eres fuerte, pero no tanto como yo, si no dejas de leer me empezará a gustar Justin Bieber, mamá ya sé que no quieres que vaya por ese camino, así que por tu bien deja de leer.) Ya sabes, el pavo, cuando tienes tu primer amor “serio” y te dejan de gustar las princesas, al menos en público (en privado es otra cosa), cuando ya queda menos para el instituto, la era de seguir absolutamente cualquier moda, aunque sea ir con calzoncillos en la cabeza, tú los llevas. Yo no sé qué me pasa pero me encuentro normal… No llevo calzoncillos en la cabeza y tampoco me pongo a gritar cada vez que un grupo de chicos guapos, que no saben cantar, sacan canción; me considero una niña que todavía se preocupa por caer bien a los profesores y jugar al escondite. Pero, no sé, como que no encajo; tengo amigas y en el cole me va bien, no tengo peleas, ni cosas por el estilo. Pero de algún modo u otro necesitaba eliminar estrés y carga negativa, y para eso estás aquí diario de mi corazón, que cursi es eso, jaja.
Viernes 13
Hoy es vienes 13, supuestamente el día de la mala suerte y no he empezado muy bien el día, digamos que caerte por las escaleras, que tu hermano pequeño te vomite en la cara y que no hubiese regalo sorpresa en la caja de cereales cuando se suponía que lo había; no, no era mi día de mala suerte, y eso sin tan siquiera salí de casa. Pues nada, que en el trayecto de ida al coche no me cayó un meteorito, bien, en el coche no pusieron flamenco mis padres en la radio, bien, revisé mi almuerzo en el cole y no había lechuga (odio la lechuga), bien. Pero, al bajar del coche me di cuenta de que llegaba diez minutos tarde, lo cual explicaba porque mi padre iba como si un toro furioso nos persiguiese. Pues nada, que me tocó correr pasillo arriba para no llegar tarde a Matemáticas, esas que tanto me gustan y se me dan tan bien (diario, el sarcasmo está presente en mi día a día, así que si te das cuenta de que lo utilizo mucho, es porque me chifla).
Una vez ya en clase, pedí mis disculpas a la profesora Doña Angustias (nombre acorde con su personalidad) y me dirigí en mi pupitre, pero no encontraba mi silla, ¿dónde podía estar? Pues no podía estar en otro sitio más que debajo del maloliente pie de Adam, el estudiante de intercambio que tenía loquitas a todas las chicas con su melena rubia, siempre brillante y unos ojos verdes que… Buf… Era como estar en el campo, sin contar las heces de vacas, por supuesto. Pero, mi pregunta ahora era: ¿por qué narices tiene su pie en mi silla? Total, que fui y le arrebaté la silla de un tirón sin darme cuenta de que tenía el pie escayolado, y cuando le quite la sillas su pie cayó y a consecuencia de esto, la escayola se rompió y me pusieron el castigo de no salir al patio durante dos semanas, eso lo podía soportar, pero que me quitasen la tele durante un mes, eso ya no, mi vida no tenía significado sin mi querida televisión. Cuando salimos al recreo me estaba comiendo mi manzana con Claudio y Claudia, unos mellizos de los más simpáticos (los padres muy originales no eran), pero que te sacaban de quicio en cualquier momento, sobre todo cuando se ponían a hablar de que sus padres les iban a llevar a ver una ópera (diario, si no te lo he comentado me encanta la música clásica, y a Claudio y a Claudia también, pero, ¡yo también quiero ir a una ópera!) Pues nada, que me tenía que tragar los celos para mí misma y comerme mi manzana, en la cual me encontré un gusano, genial…
Después del patio tocaba Lengua otra de mis asignaturas preferidas como Matemáticas. Hicieron un dictado a toda la clase, y tuve veinte faltas, si cada falta bajaba medio punto, ya adivináis mi nota, Un cero ovalado y asqueroso. Decidí no hacer nada más durante todo el día para no fastidiarla más, incluso no hice mis deberes, para fastidiarla al día siguiente; sólo quería que se acabase este maldito viernes 13.
Pues nada este ha sido mi día diario, cuando me ocurra alguna otra cosa interesante ya te contaré, pero, serán todo penurias. ¡Prepárate!
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