Me dispuse a coger el autobús de las once menos cuarto que recogía desde la parada hasta el parque del Retiro.Cuando salía del autobús me dirige hasta la gran puerta. Andando, hasta mi apreciado banco en el que cada día me sentaba a observar, me encontré con los chicos de las once y cuarto que salían a hacer deporte por la mañana ,también divise a lo lejos la señora de los perros de las once y cinco. Me senté a observar como todos los días, de mi bandolera saque mi cuaderno de dibujo y me puse a deslizar el lápiz sobre la hoja intentando tal vez retratar aun hermoso árbol de en frente. De repente note algo,pasos, alcé la mirada y descubrí que una chica de cabellos dorados cual oro se sentaba en el banco de en frente. Miremi reloj, era la una y veinte. La chica de extraña vestimenta y con un lápiz en la cabeza, saco un libro tal vez para leer, pero curiosamente sus páginas estaban en blanco. El restodel día me pase mirando ,observando a aquella hermosachica que al parecer le encanaba escribir. A la mañana siguiente y como todos los días a partir de ahora, la chica ala una y veinte aparecía para seguir escribiendo, mientras yo la observaba con dulzura. Hasta que un día estaba yo sentado a la una y veinte esperándola como cada día, pero no apareció. Esperé y esperé, y cuando me quise dar cuenta eran las dos menos diez. Dirigí la mirada hasta el banco de en frente y descubrí una hoja de papel , escrita.Me acerque a ver y leí en voz alta: El chico del banco de enfrente, de cabellos cortos y encendidos como el fuego, entretenido observando escondido detrás de su cuaderno; el chico de las once y cuarto.
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