Cuento todos los días a partir de uno que me marcó bastante. Un 7 de septiembre de 2015 empezaron a cambiar las cosas para mí. Quizás suene estúpido , pero mi corazón dejó de latir por un momento. Una mala noticia sostenía en una mano mi madre, era una carta de mi profesora de 2º, y en ella decía así:
Andrea González Díaz alumna de 2º de ESO. No ha conseguido superar las expectativas que se la exigen en este centro.
Cuando mi madre dejó de abrazarme , de darme todo el cariño que no había tenido en 13 años, me repitió una y otra vez:
"Andrea, no llores, sé fuerte; tú puedes con esto. Claro que perderás a tus compañeros de este año, pero seguro que encuentras un hueco en el corazón de los compañeros nuevos del curso que viene".
Yo recuperé el aliento y un poco de postura ; seguidamente la contesté todavía sofocada del llanto.
"Mamá, muchas gracias por todo lo que haces y por todo lo que harás en un futuro, pero yo no soy esa chica fuerte que puede con todo lo que la está pasando ahora mismo. Soy una chica débil y que se siente fracasada, una chica que no supo agarrar con las dos manos un libro de cualquier asignatura y prepararse el temario".
"Mamá, muchas gracias por todo lo que haces y por todo lo que harás en un futuro, pero yo no soy esa chica fuerte que puede con todo lo que la está pasando ahora mismo. Soy una chica débil y que se siente fracasada, una chica que no supo agarrar con las dos manos un libro de cualquier asignatura y prepararse el temario".
Todo aquello que recuerdo tan bien, no lo podía repetir sin que por mis ojos cayeran lágrimas una tras otra.
Ahora te doy gracias, mamá, por cumplir tu palabra. Siempre te estaré agradecida. Y también quiero pedirles disculpas a mis compañeros de clase de este año, por haberles bautizado como unos mocosos y por haber pensado que no me iban a aceptar como era; me equivoqué y os pido disculpas.
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