Era una mañana de marzo, me desperté y me dirigí a la ventana para contemplar el vecindario lleno de flores y plantas. Poco más tarde, baje a desayunar con mi madre.
Puse la tele para entretenerme mientras me terminaba el desayuno. Casi se me para el corazón al escuchar por las noticias que un gran huracán se acercaba rápidamente a nuestro barrio. En cuestión de segundos, no pude reaccionar pero al rato me dirigí gritando atemorizado a mi madre, que cerrase todas las ventanas y puertas de la casa, que se había creado un huracán en nuestra ciudad y se aproximaba cada vez más rápidamente hacia nosotros. Cerramos todo, bajamos al sótano lo más rápido que pudimos, nos encerramos en una gran armario de madera y cerré los ojos lo más fuerte que pude. Al cabo de un tiempo salimos con la esperanza de haberlo superado, pero no había hecho nada más que empezar. El gran armario de madera se le cayó a mi madre encima, corrí a ayudarla pero era demasiado peso y cogí una estaca de madera del suelo, me coloqué junto a ella y me la clavé.
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