Mi experiencia de finales del verano de 2017
fue agotadora, asistí a un campamento de natación de alto rendimiento, en
Granada.
Nada más llegar, tras haber pasado seis horas
en autobús, nos alojamos, y tras una charla de introducción y una vuelta por
las inmensas instalaciones, fuimos directos a los vestuarios para recibir el
primer entrenamiento, el cual estuvo muy bien.
La estancia no fue muy larga, pero sí lo
suficientemente intensa como para estar exhausto el segundo día, a pesar de que
fueron clases técnicas y físicas. Había un ambiente andaluz que me ocasionaba
risas cada minuto, y también una comida exquisita.
Creo que fue en el tercer día en el que vimos
la vuelta ciclista pasar justo por donde nos habíamos instalado. No le dimos
gran importancia, hasta que llegaron unos desconocidos y cambiaron el canal que
estabamos viendo en la tele al de la vuelta, y pasados cinco minutos se fueron
corriendo al exterior, lo cual agradecí. Aquel mismo día hicimos una pequeña
excursión a un lugar parecido a un parque de atracciones, nos dividimos en dos
grupos y al mio le tocaron unos coches para dos personas sujetos a uno raíles,
pasado un tiempo cambiamos los grupos, esta vez teníamos unos monopatines y una
pista con obstáculos.
Ya en la habitación, cuando decidí asomarme
por la ventana, vi algo parecido a lo que en las pelis de miedo es humo. Resulta que las nubes que estaban iluminadas por unos focos, estaban subiendo
por la montaña creando una imagen espectacular.
El último día después de desayunar, recibimos
nuestro último entrenamiento y nos despedimos del equipo técnico en el hall
principal.
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