El fin de los tiempos llegó, pero no era para nada lo que
esperábamos. No ascendieron los cuatro jinetes del Apocalipsis del infierno,
tampoco hubo un Cristo ni un Anticristo. Este fin del mundo, nos lo buscamos
nosotros, con nuestra contaminación, nuestras guerras, nuestras cazas sin
control... Antes de esto, yo decía totalmente segura de ello, que antes de que
llegara el fin del mundo, la raza humana ya se habría extinguido, pues nos
habríamos destruido los unos a los otros. Ahora, después de haber vivido el fin
del mundo, he comprendido que el verdadero Apocalipsis, era la humanidad, todos
los seres humanos, hemos destruido toda belleza y todo lo vivo con el fin de
satisfacer no solo nuestras necesidades, sino también nuestros anhelos desde la
primera vez que pusimos un pie en la tierra.
Llegados a este punto, creo que es hora de que os cuente lo sucedido en los últimos tres años en los
que llevo viviendo sola en una casa de leñador medio en ruinas, en medio de
algún lugar en medio de la nada, con un refugio para tornados claramente
desgastado, una despensa llena de comida, dos habitaciones un salón una cocina y
un establo con un cercado alrededor.
Todo esto empezó un día cualquiera que se me quedaría
marcado en la mente para el resto de mi vida, últimamente el clima estaba
cambiando brutalmente junto con los desastres naturales, Tsunamis, Terremotos,
Erupciones volcánicas… pero, aun así, la gente paseaba ignorante por los
parques y calles de los pueblos y ciudades, sin ni siquiera pasárseles
fugazmente por la mente la idea del terrible destino que les aguardaba. El
principio del resto de mi vida empezó un 23 de febrero. Cuando todo esto
empezó, estaba con mi amiga Belén en una piedra a las afueras del pueblo, que
estaba mirando hacia la sierra cuando de repente empecé a oír un ruido
amortiguado, como si fueran olas, allá por las montañas observé como el agua se
escurría entre ellas, cada vez más y más cantidad, entramos corriendo en el
pueblo y cogimos nuestras motos y nos pusimos en camino hacia mi casa, entonces
encendimos la televisión y vimos como las noticias hablaban sobre Tsunamis que
habían Inundado completamente todas las zonas de costa , había habido más de 2
millones de muertos y el agua seguía avanzando hacia el interior de los
continentes, ya había desaparecido Oceanía, Japón, todas las islas y la mitad
de cada continente, pronto se inundaría también la comunidad de Madrid y junto
a ella Colmenar Viejo, no tuvimos más opción que coger todas las cosas
imprescindibles, junto con comida y agua, todo esto es fácil de leer encima del
papel pero te puedo asegurar de que es muy difícil renunciar a toda una vida
allí m todos tus recuerdos y tus cosas, cogí unos libros y unas medicinas y
ropa, listos para salir por la puerta, salto una noticia urgente en la
televisión, los sunamis habían derivado las fuentes para sacar petróleo y la gasolina
ya se estaba acabando, pues no tuvimos otra opción que ir a ver a uno de los
ganaderos del pueblo y además amigo nuestro para que nos prestara o vendiera
tres caballos, pues íbamos a emigrar hacia algún lugar sin riesgo de
inundación, sin hacerse esperar trajo cuatro caballos, pues dijo que él nos
acompañaría, sin embargo, nada mas haber pasado tres días de camino, nuestro
acompañante enfermó gravemente y pues ninguna de mis medicinas le hacía efecto
ni podía dormir, hasta que un día por fin durmió, pero no volvió a abrir los
ojos, nos afectó gravemente su perdida, pero debíamos continuar con nuestro
viaje si no queríamos acabar como el dejamos a su caballo suelto y a él le
dimos una sepultura digna, después reemprendimos el viaje.
A menos de un día de viaje encontramos un
barco que nos llevaría al continente, pues las aguas habían convertido el
continente en una isla…
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