Después de una persecución
trepidante, vieron unas huellas adentrase en una cueva; presos del pánico
decidieron parar un momento para tranquilizarse.
Alan, que tenía práctica como scout
en supervivencia, organizó a todos.
Dan tendría que preparar una hoguera
para poder pasar allí la noche, no perdían la esperanza de encontrar vivo a Kaneki.
El explorador les dijo que la única solución para
encontrarle con vida, estaba entre las páginas del libro de La Montaña Maldita
que habían estado leyendo.
Alan no tenía muy claro que la única
solución podía estar en las páginas de un libro que les había dado tantos
problemas y tenía miedo que si la historia se volvía trágica, irremediablemente
se iban a ver presos de una situación que ya estaba escrita en aquel libro.
Finalmente decidieron leerlo.
Como si fuera una pesadilla, el libro
hablaba de un explorador perdido y nuevamente los sonidos parecían salir del
libro y rodearles; la tarde rápidamente se tiñó de gris oscuro y la oscuridad
de la noche les rodeó rápidamente. El viento era cada vez más fuerte, como en
la historia del libro.
La historia continuó con el explorador buscando a la
bestia en la cueva de la Montaña Maldita, sólo había una forma de terminar con
la bestia: tenían que coger unas semillas de unas enredaderas que estaban en la
entrada de la cueva, y hacérselas comer, entonces la bestia desaparecería para
siempre.
Cerraron el libro y fueron corriendo
a buscar esas plantas que estaban en la entrada de la cueva, enredándose por
todo lo que estaba alrededor, tenían grandes espinas y no era sencillo hacerse
con las semillas, pero entre todos lo consiguieron.
Ahora sólo quedaba lo más difícil. ¿ Cómo conseguirían que la bestia se
comiera las semillas? Entraron en la cueva con la antorcha, cada paso que daban
era un paso menos para llegar a la guarida de la bestia, el corazón les latía
fuertemente, pero su deseo de encontrar a Kaneki era más fuerte que el miedo.
La bestia estaba dormida y Kaneki, malherido, muy cerca. Le hicieron
señales para que no hiciera ruido. Entonces el explorador, como si ya
hubiera estado allí antes, se acercó sigilosamente y con mucho cuidado le puso
las semillas en la boca a la bestia.
Entonces ésta abrió los ojos, se puso
en pie y aulló como si estuviera herida de muerte. Se desplomó y a la vez
desapareció, pero también desapareció el explorador y el libro.
Los tres amigos se abrazaron y vieron
maravillados como Kaneki no tenía ni un rasguño. Decidieron
que nunca contarían su aventura y que ese sería su gran secreto.
Cuando se marcharon del bosque, a lo
lejos vieron en otro árbol una mochila igual que la que ellos habían
descolgado. Se miraron, sonrieron y salieron rápido de aquel bosque encantado
que les había hecho pasar la aventura más increíble de toda su vida.
FIN.
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