- ¡Levántate! - Decía mi querida hermana.
Aquí
me tenéis, una mujer completamente independiente que vive con su
hermana en el cuarto piso de un piso en Tribeca, New York. 4ºB, para
daros más información. Es un piso relativamente grande para dos
personas; aun que pequeño para una veinteañera que tengo como hermana,
Grace. Nos separan quince años, yo fui el fruto del matrimonio fallido
de mi padre con mi madre, quién se divorció porque se casó con un
millonario, nunca he podido respetarla por eso. Mi hermana es el fruto
de ese otro enlace. Mi padre actualmente está comprometido con una
alemana doce años más joven que él. Pues bueno, todavía no me he
presentado, me llamo Sarah y tengo treinta y cinco años, soy
neoyorquina; trabajo en una compañía que lleva a cabo l bodas. Cada día
veo la felicidad de las parejas, ansiosas por su boda. Y yo, aquí,
soltera.
- Son las ocho Sarah, no querrás llegar tarde, hoy es tu primer día como directora del departamento.
-Te recuerdo que no soy directora, sino subdirectora.
-Lo
mismo me da, que me da lo mismo, levántate, no seas una niña pequeña-
mi hermana desde siempre ha sido la más responsable, incluso con cuatro
años me decía que tenía que lavar los platos- si no te levantas te hecho
un cubo de hielo en la cama.
- Vale, vale... Te creo, ya me levanto.
Trabajosamente
me levanté de mi querida cama, mullidita, blandita, todavía caliente...
¡Qué pereza! Hoy era mi primer día con mi nuevo ascenso y no quería dar
una mala impresión. Fui a darme un ducha rápida y me dirigí empapada
con la toalla al armario, se me olvidó elegir ayer lo que iba a llevar
hoy a trabajar. Me puse un vestido que me regaló mi padrastro, era un
vestido rojo ceñido a la figura, lo complementé con una americana negra y
unos stilettos, y lista. Ahora sólo me quedaba una tarea, encontrar las
llaves del coche. Afortunadamente esa tarea ya me la había hecho mi
hermana y sólo me quedaba coger una barrita energética, la cual también
había sacado mi hermana,
- Toma tonta- me decía
con una sonrisa entrecortada, sabía que lo único que quería era que me
largase de casa para dejarla estudiar.
- Adiós, me voy yendo.
Cerré
la puerta con un ligero portazo, siempre oía a mi hermana gritar desde
dentro del piso : "¡Dale más fuerte!" Me encantaba oírla decir eso todas
las mañanas, era como mi pequeña taza de café para empezar bien el día.
Me metí en mi pequeño Mini rojo y conducí a la oficina.
Allí,
en mi primer día con mi nuevo ascenso, me esperaba mi superior, Mister
Sebastian, aun que todos le llamamos MS. A su lado estaba una señora de
unos cincuenta años mirándome de arriba a abajo, notaba su mirada
posarse en mí, en cada centímetro.
¿Qué quería?
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